Un buen amigo me envía dos enlaces de prensa digital. Esto me preocupa, porque los tópicos suelen ser mercadería de los medios tradicionales y, a estas alturas, tanto Darwin como Malthus, que de ellos hablamos, constituyen el más relamido de los lugares comunes.

Lo propio de la prensa tradicional es el rigor mientras lo propio del nuevo periodismo de Internet es la verdad, que no sólo no es lo mismo sino que cada vez se distancia más del famoso rigor. Y así, el defecto de la WWW es la locura mientras el de los multimedia la peligrosa insensatez de la sosería.

Como sea, Darwin y se ha colado en Cotizalia, porque Malthus siempre empieza en Darwin. Lo malo del muchacho evolutivo no es el origen del hombre, del que jamás habló: lo fácil es explicar el salto de una cosa a otra; lo difícil, el salto de la nada al ser, y en esa don Charles anda tan ayuno como los agnósticos que nos ofrece la contraportada de La Vanguardia cada día.

No. Darwin lo que hace es restarle dignidad al hombre que sepa de criatura vendida la existencia a mero transformista que desconoce su origen. Por eso, de inmediato, con el hermano y sobrino de don Charles dieron el paso hacia el darwinismo social -al que nada deben Hitler, Stalin y Mao- y a la eugenesia, predecesora de la gran matanza abortera de ahora mismo. El único gráfico que falta es la disminución de la capacidad generativa de la humanidad en el siglo XXI. Y cuando hablo de capacidad generativa hablo de todos los elementos que la conforman, absolutamente todos.

Lo de Cotizalia lo traduce Capital News de forma más esquemática: somos muchos, hay que reducir el número de seres humanos. Curioso que resucita la idea maltusiana cuando llevamos medio siglo de políticas agrarias consistentes en reducir la superficie cultivable y en financiar al agricultor por no trabajar. Esas políticas han conseguido dos cosas: millones de muertos por inanición en el Tercer Mundo al tiempo que desertizaba el planeta y convertía al mundo en un laberinto de macrourbes.

Los problemas de la humanidad son precisamente los contrarios de los expuestos en ambos trabajos: no sobra gente, faltan, sobre todo jóvenes, nos estamos esquilmando el planeta, lo estamos abandonando, nos faltan niños y nos sobra una vida artificialmente prolongada -mejor, una vejez artificialmente prolongada-, no nos falta energía, nos sobra sólo que la despreciamos. La única burbuja es la del egoísmo, que en términos económicos se llama burbuja financiera, antes conocida como especulación y aún antes como avaricia o codicia. Y también sobra otra cosa: sobran los agonías.

De la misma forma que todas las historias rosas acaban siendo verdes, todas los darwinianos acaban en maltusianos. Al final los verdaderos partidarios del planeta sostenible son los partidarios de la vida y de la persona, porque sólo el hombre fertiliza el mundo. La humanidad no es una depredadora de las especies animales y vegetales, sino todo lo contrario: lo fertiliza, sostiene y multiplica sus posibilidades, al menos cuando se comporta según el mandato de multiplicarse, de henchid la tierra y sometedla.

El ejemplo del Islam en el Magreb resulta ilustrativo. El norte de África era el granero del Imperio Romano, fértil en grano, olivo y vid. Cuando llegaron los árabes, no muy amigos de la agricultura y mucho más de la ganadería -que no exige tanto esfuerzo- se acabaron los cultivos, con ellos los pastos y el Sahara avanzó hasta el mismísimo Mediterráneo.

El efecto invernadero no se soluciona suprimiendo tierras de cultivo, sino ampliándolas. Son los cultivos, y los bosques, los que surten de oxígeno y agua a la atmósfera. 

Lo que ocurre es que hemos entrado en una curiosa lógica del cara yo gano, cruz tu pierdes, Nuestro amigo de la enerconomía nos habla de una burbuja energética, pero la única burbuja energética consiste en no aprovechar la energía de fusión nuclear, de mínimo carácter fósil y que aseguraría energía para cientos de humanidades, energía, limpia de CO2. La fusión rompería esa burbuja.

La lógica invertida nos presenta, además, al crecimiento demográfico como su principal problema: ¡valiente tontuna! La humanidad no crece para fastidiar al planeta: crece porque ha conseguido, gracias a su inteligencia, sacarle más partido al planeta, mejorar las condiciones de vida, la de alimentación y las condiciones sanitarias.

El primer termómetro de que la riqueza de la humanidad mejora es la natalidad. Y los recién nacidos no son una carga, son los futuros hacedores de progresos. Cuantos más seres racionales sobre el planeta, mejor. Nuestro analista, más bien debería de pensar las conclusiones a las que les llevan sus gráficos, porque resulta curioso que el crecimiento del PIB per capita, de la riqueza del planeta, crezca cuando crece la población. Por lo demás, la bomba demográfíca no significa que haya mucha gente sino que hay pocos jóvenes.

Porque el darwinismo y el maltusianismo sólo tienen una salida: el suicidio. Y a mí, qué quieren que les diga, me encanta la vida. Que se marchen de la WWW.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com