Varsovia cede ante las presiones en lo que respecta al nuevo mini-Tratado, pero al menos defenderá su soberanía moral
Como en 1939, los polacos se resisten a ser invadidos, esta vez económica y éticamente, mientras la Alemania de Merkel emplea con los polacos el mismo lenguaje amenazante de otros tiempos. La canciller germana se sitúa en la misma línea de Pedro Zerolo: o Polonia se pliega a sus deseos o le destierra de la UE. El Reino Unido le vuelve a tomar el pelo a Bruselas y el aparato de propaganda de ZP aprovecha para elevarle a la categoría de nuevo gigante de Europa. Blair prepara su entrada en la Iglesia católica tras 10 años de política anticristiana.Madrugada del viernes al sábado: los líderes de la Unión Europea, reunidos en Bruselas, concluían el chantaje sobre Polonia, chantaje político, económico y mediático: o admitía el nuevo mini-Tratado o éste se ejecutaría sin Polonia, a través de una conferencia intergubernamental realizado al margen de Varsovia.
La canciller alemana, Angela Merkel, empleó el mismo lenguaje que antaño utilizara el III Reich con la democracia de Varsovia: o rendición o invasión. Ahora, eso sí, la invasión no sería militar, sino política, económica y cultural. Para doblegar al Gobierno de Jarosláw Kazcynski se ha empleado el chantaje de los fondos económicos de los países ricos, arma favorito de los poderosos de la UE, en especial de Francia y Alemania, desde su fundación: o haces lo que digo o te corto el flujo del dinero y no sales de la miseria. Y además, puedes negarte a aceptar el Tratado, pero realizaremos una conferencia intergubernamental done no participarás.
Con su actitud, la canciller germana, y presidenta de turno de la UE, se ha alineado con el jefe del lobby homosexual del PSOE español, Pedro Zerolo, quien ha pedido que Polonia sea expulsada de la Unión Europea por negarse a promocionar la homosexualidad entre los escolares. Y es que la diferencia de fondo que late entre Polonia y el eje franco-anglo-alemán, que rige la UE no consiste en un sistema de voto ni en un reparto de poder, aunque el frente mediático de los poderosos, también en España, han vendido la discusión como el desesperado intento del presidente polaco Lech Kazcynski por retener su actual cuota de poder. No, lo que los polacos, en cuyo Gobierno figura el único partido cristiano presente en el Parlamento Europeo, La Liga de las Familias Polacas, no pueden aceptar es que el Parlamento de Estrasburgo consiga –y lo está intentando- que lo que califican como homofobia sea perseguible legalmente. De esta forma, en Europa no se podría ni tan siquiera mantener una postura contraria a la homosexualidad, y la propia Iglesia podría ser llevada ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Es, en efecto, la pugna entre la Polonia cristiana y al Europa pagana.
Pero es que, incluso en la parte visible de esa pugna, la cuota de poder y el mini-tratado, el Eje París-Berlín-Londres (con las reticencias de Roma, que intenta convertir el triángulo en cuadrado, y con el entusiasmo insensato de Madrid, pues Zapatero sabe que el europeísmo vende electoralmente en las elecciones generales españolas), está tergiversando la historia de forma interesada.
En primer lugar, porque Merkel y Sarkozy están enterrando una negativa democrática al Tratado Constitucional de Giscard d'Estaing, que fue rechazado en referéndum por franceses y holandeses. Para el mini-Tratado no se habla de consultas populares, sino de decisiones gubernamentales.
El segundo sofisma es aún más profundo: alemanes y franceses dicen que lo que intentan es aplicar en Europa el principio de "un hombre, un voto". Pero no es así, dado que la democracia no existe en la UE: ni el Parlamento –salvo en cuestiones culturales y morales, sin duda las más importantes, pero poco operativas en el corto plazo- ni el Ejecutivo de Bruselas mandan nada en la UE: quienes manan son los jefes del Gobierno nacionales, que no conforman instituciones sino que acuerdan lo que hay que hacer en cumbres trimestrales.
Dicho de otra forma: se pretende aplicar el sistema de mayoría democrática a una entidad supranacional como la UE que nada tiene de democrática. Los democráticos son los gobiernos miembros, pero no la UE. Y así, en nombre de la estabilidad y la necesidad de gobernar 27 países -"Que Europa avance" es la consigna-, se está consiguiendo que tres personas, los dirigentes de Alemania, Francia y Reino Unido, manden sobre 450 millones de ciudadanos de 27 países… de forma muy poco democrática. Esto es lo que Polonia no quiere. Tampoco quería Chequia, y el resto de pequeños invitados callan porque son pobres, y necesitan el flujo de dinero de Bruselas y las exportaciones al Eje.
El caso Del Reino Unido es distinto. El bloque mediático progresista, omnipotente en la Unión, ha vendido que Tony Blair ha cedido en la cuestión del nuevo mister PESC, o responsable de la política exterior. La UE no tiene los elementos comunes propios de un Estado: un mismo ejército una misma policía, una misma fiscalidad, similar política de rentas, una misma moneda –en parte- y una misma política exterior (dejamos aun lado unos mismos principios o valores, que esa es la pugna real, como hemos dicho antes). La guerra de Irak fue la demostración evidente de que esa política exterior no existe: Londres hizo la guerra con Washington mientras el resto de Europa, con alguna excepción, se oponía a la invasión.
Pero lo cierto es que Blair ha montado un paripé con 'Mister PESC', porque ya se sabía que Londres iba a aceptar un cambio en el nombre… y en poco más. El ridículo ha llegado cuando todo el aparato de propaganda mediática del Gobierno Zapatero ha aprovechado para vender a ZP en España como un estadista que ha conseguido ampliar las funciones del ‘ministro' de Asuntos Exteriores de la UE. Lo cierto es que eso ya estaba acordado y que lo acordado no significa un aumento real de poder de Javier Solana –quien actualmente ostenta el cargo- y que lo que pretende Londres, como siempre, es que Bruselas no le reclame lo que viene reclamándole desde hace más de un década: que aporte más dinero, que termine con el sistema del cheque británico, que en esencia sigue vigente, y según el cual Reino Unido no aporta más que lo que recibe. O sea, que Londres no colabora en la necesaria cohesión de Europa, como lo hacen Alemania y Francia.
De cualquier forma, el premier británico es un ejemplo arquetípico de esa batalla cultural que los polacos están dando contra la Europa pagana, batalla librada en la falta de coherencia personal, marca de los estadistas europeos de hoy y de un continente en decadencia. La prueba del nueve: Blair se prepara para ingresar en la Iglesia Católica justo cuando abandona el poder –el próximo miércoles-, tras 10 años como primer ministro. Durante esa década, Blair ha planteado la política más homicida y anticristiana -con excepción de la del Gobierno español, que bate todas las marcas-, por ejemplo en el tratamiento de los embriones humanos.
Polonia no ha librado una batalla por la cuota de poder o por un sistema de votación. Ha librado, y sigue librando, la batalla entre la Europa cristiana y la Europa pagana. Y lo hace en solitario, frente a toda las manipulaciones del aparato mediático del Eje Londres-París-Berlín, y con el apoyo interesado de Roma y con el apoyo insensato de Madrid.