Sr. Director:

Últimamente en este país sucede algo muy curioso, parece ser que el principio democrático de ser inocente hasta que se demuestre lo contrario, ha quedado en el olvido. Desde un aeropuerto, dónde por principio, todos somos terroristas en potencia, a los que registrar hasta la ropa interior y matar de deshidratación por la prohibición de llevar líquidos (recordemos que ahora en los vuelos comerciales hay que abonar hasta el último cacahuete) , a un simple supermercado en el que te conviertes en ladrón hasta que puedas demostrar que no lo eres . ¿No es esto un asalto a los derechos de los ciudadanos? Me da la sensación que de un tiempo a esta parte, por un falso criterio de seguridad, nos estamos cargando las libertades personales e incluso la dignidad de las personas.

Concretamente el sábado 16 de diciembre, tuvo lugar un desagradable suceso en el supermercado Carrefour de Alcobendas, en Madrid, por el cuál mi marido fue "maltratado", vejado, y acusado de ladrón sin razón alguna, y lo que es más grave, intimidado de forma física por un guarda de seguridad de la empresa Black Star, con el consentimiento de su jefe que estaba allí presente. El motivo de tales hechos fue, simplemente, el recoger un regalo por la compra de un electrodoméstico. Aún presentando el ticket de compra, y explicando el por qué mi marido salía con un neceser y una crema facial, y teniendo en cuenta que el propio centro debería informar a sus controladores de este tipo de promociones, la inmediata fue acusarle de robar estos objetos, llamar a dos vigilantes con porras, los cuales amedrentaron a mi marido, ante el estupor de todo el resto de clientes que se encontraban allí, y que no eran pocos, como pueden imaginar en un sábado por la tarde. No sólo es la vergüenza que nos hacen pasar, sino el pisoteo constante a nuestros derechos y dignidad amparándose en no sé que principio de seguridad o leyes. Y no contentos con eso, y conscientes de su error, no sólo no se disculpan, sino que se ríen en nuestras caras, incitándonos, jocosamente, por supuesto, a poner una reclamación al centro, creyendo, o sabiendo que no servirá para nada. ¿Es un uniforme y una placa, sea cual sea la índole de ésta, suficiente para tener veda abierta a la caza del "posible" delincuente? Yo creo que no. Y espero que hechos de esta naturaleza dejen de producirse y sólo nos convirtamos en delincuentes cuando un juez lo determine.

Vanessa Gámez Fernández

gwany23@hotmail.com