Este martes aprendí mucho sobre moderación. Escuché la COPE, el programa de don Federico Jiménez, en una apasionante tertulia (37'14'' al 51'35'') en la que participaban Pedro José Ramírez, el columnista de ABC, Tomás Cuesta y Francisco Marhuenda, director de La Razón. Total: tres contra medio, porque el pobre Marhuenda se quedó solo, no en la defensa del concebido y no nacido, sino ante sus propias contradicciones.
Por de pronto, he aprendido del pluralismo de la COPE. Si será plural, que don Federico ha comenzado su defensa del aborto explicando que los "meapilas" se le iban a echar encima. Y esto no puede ser. Que en la cadena de emisoras propiedad de la Conferencia Episcopal, los meapilas, beatos y otras malas hierbas se lancen a por un locutor caracterizado por el humanismo cristiano que inspira sus palabras y sus actos, es algo que clama justicia y reclama venganza. Justicia liberal y venganza cristiana, se entiende.
Por hacérselo breve, aunque aconsejo atentamente su escucha, está clarísimo que los cuatro locuparlantes defendían la vida y sólo un tragasantos no lo vería clarísimo. O un tragasantos, o alguien que tuviera "principios absolutos", como el precitado Marhuenda, en expresión, supongo que acusatoria, del precitado Pedro José. Reconozco que lo de principios absolutos es un nuevo concepto que me impresionó mucho: hasta ahora siempre había creído que los principios, como las verdades, o eran absolutos o no eran principios, sino más bien finales, pero cuando uno escucha a Pedro José introducirse por la sutileza del matiz, debe escuchar, callar y aprender.
Las diferencias entre los culteranos eran de sentido y sensibilidad. Por ejemplo, ese alma sensible que es Jiménez enseguida mostró sus cartas: aborto, de entrada no, salvo, ajajá, que se trate de una niña violada. Porque, en ese caso, ¿qué haría el señor Marhuenda? Porque, además, y pasamos a Pedro José, un hombre tan tolerante consigo mismo que siempre le encontramos en el uso de la palabra, el señor Marhuenda es un empecinado defensor del PP, no como El Mundo, que mantiene una exquisita y liberal equidistancia entre los dos partidos más votados. Fíjense si será mentirosa y espuria la defensa de la vida por parte de La Razón, que este diario no hace otra cosa que defender al PP. Este, señores míos, es un argumento terminante.
En cualquier caso, el señor Jiménez, después de apostrofar varias veces al señor Marhuenda, pronunció sus palabras más valientes, más arriesgadas, más corajudas: hasta monjas que han sido violada han sido autorizadas a abortar por sus superiores. No nos explicó dónde ni cuándo, ni de qué superiores se trataba, pero si lo dice Federico.
Pedro José, ‘sin en-cambio', apostó por una ley de plazos, porque claro, si ahora hay miles de abortos, con una ley de plazos se reducirían mucho y, sobre todo, no se producirían infanticidios.
Esta línea argumental es poderosa, como todo en Ramírez. Más menos, aunque puedo no haber entendido la profundidad del orador, la cosa consiste en que no te puedes cargar a un bebé de ocho meses. Pero sí de ocho semanas, porque es mucho mas pequeño. Insisto. No desprecien este argumentario, ni establezcan pérfidos parangones como el que asegura que asesinar a Jiménez –que anda por el 1,50- es menos delito que asesinar a Pau Gassol, que supera los 2 metros con holgura.
Pedro José, además, tuvo que emplearse a fondo con el recalcitrante Marhuenda: O sea, le espetó, que si una chica de 17 años, o de 16, o de 15, realiza un aborto, "¿tú la penalizas?" Ahí, ahí, Pedro José, con toda la fuerza de la lógica. O sea, Ramírez, que si un hombre de paz, mata a 10, 15, 20 guardias civiles, y lleva en prisión 10, 15, 20 años, ¿tú le penalizas negándole el ansiado tercer grado? ¿Al pobre De Juana Chaos? Por favor, seamos humanos.
El que más claro lo tenía era Tomás Cuesta, para quien existen casos, realmente límites, en los que no podemos penar el aborto. Es un hombre sensible, como Pedro José, y amante del Estado de Derecho, por lo que, al igual que Jiménez y Ramírez, sólo pide que se cumpla la ley, sin hipocresías. Ninguno de los tres vivió en Estados Unidos en el siglo XIX, pero estoy convencido de que, si esa hipótesis se hiciera realidad, los tres habrían defendido, impasible el ademán, la aplicación de las leyes que regulaban el mercado de esclavos, sin la menor concesión a la hipocresía. Tráfico de personas, sí, pero amparados por la ley, un tráfico o un aborto... democráticos.
Pero lo que quedó meridianamente claro es que la culpa de todo la tiene Zapatero, al menos para Marhuenda y Cuesta. Para Federico, el dolo se reparte entre los zapateristas y los peperos que no gustan a Federico que, por mera coincidencia, son los malos. Pedro José, que ya lo ha sido todo en periodismo y ahora sólo sueña con presidir la III República española, la culpa es del PSOE, del PP; del doctor Morín y de Prisa-Sogecable. En general, la culpa es de todos, y así seguirá mientras no acepten la verdadera ley del aborto, la de Pedro José.
Por último, quiero a través de esta vía internetera, hacer un llamamiento a todo hombre de bien para que, sin más preámbulos, procedan a forma una equipo de apoyo y protección para don Federico Jiménez, ante los más que previsibles atentados contra su integridad física por parte de meapilas sin escrúpulos, que pudieran arremeter contra el garante del pluralismo interno de la cadena COPE: un agnóstico por la mañana, una católica por la tarde y un evangelista por la noche.
¡Malditos santurrones!
Eulogio López