Veamos: aumenta, no mucho, la mora hipotecaria en Occidente, lógico, por la subida de tipos de interés y el progresivo endeudamiento de las familias. Ahora bien, la crisis bursátil vino por la burbuja especulativa que sobre esas hipotecas habían montado los rectores de los mercados de valores, todo tipo de hipotecas basura que se vinieron abajo. Es lo que siempre ocurre con la especulación; una enorme burbuja montada sobre un pequeño bien real: bata con que ese bien real se resfríe para que la burbuja pille una pulmonía.
Lo malo es que vivimos en un mercado financiero global y, en efecto, el efecto del paranoico se multiplica, afectando a la liquidez del interbancario, y a las empresas, que encuentran más difícil la financiación de sus inversiones. Todo lo anterior es cierto, pero la culpa es del especulador.
Occidente acaba de perder una excelente oportunidad para poner coto a la especulación en los mercados financieros y para conseguir que la economía financiera deje de ser un parásito de la economía real y se ponga a su servicio, que es para lo que nació.
En parte esto ocurre porque buena parte de la clase política desea terminar su vida laboral en algún banco de inversión o intermediario financiero: son donde más cobra un senior por estrechar manos. Especialmente en el siglo XXI, una de cuyas tragedias consiste en la aceptación social de la especulación, no ya como un mal necesario, sino como una provechosa actividad sólo apta para profesionales de alta cualificación.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com