El asunto es sencillo: con una cla de entusiastas y muy profundos PC's -prestigiosos científicos-, el presidente Barack Obama ha firmado la solemne acta por la que modifica la política Bush sobre masacre, perdón, investigación de embriones humanos (sí, humanos, no de ratas ni de cobayas).

He de reconocer que estoy emocionado, no por las humildes palabras del nuevo imperator sino por el recibimiento que su valiente actitud ha cosechado entre la grey progre. Por ejemplo, la corresponsal de la tele de ZP en Washington estaba radiante, sí éste es el adjetivo que buscaba. En primer lugar, nos explicó que, a partir de ahora, y no como ocurría con el patán de George, la política científica norteamericana se regirá por criterios científicos, lo que siempre es un buen comienzo. Aclaró que no sólo van a primar los criterios morales que, como es sabido, son muy poco científicos. Una tautología más grande que la aprendida en el colegio: El todo es más grande que cada una de las partes. Y no se crean, no, que como buena maestra, nuestra fan pone ejemplos: a Bush se le acusó de ocultar hallazgos científicos por razones políticas, por ejemplo, respecto al cambio climático. ¡Chúpate esa cavernícola! Las revolucionarias conclusiones del más galardonado PC Al Gore, negadas por la Cia al pueblo norteamericano por razones políticas: ¡Bandidos!

Pero no perdamos de vista al verdadero protagonista del siglo. Barack fue más claro al lograr elevar su voz entre los aplausos de sus incondicionales -todos ellos prestigiosos científicos, como creo haber dicho antes- que le achuchaban, jaleaban y sobaban, todo a un tiempo. La verdad sea dicha, entre los PC's asistentes eché en falta a Bernat Soria y Rodríguez Zapatero, pero Obama se resarció de su ausencia y proclamó que como creyente creo que hay que curar, enfermedades, se entiende. ¡Muy bien, presidente! La verdad es que eso podrías haberlo creído incluso como no creyente, incuso como el campeón de los ateos recalcitrantes. Además, el hecho de que las investigaciones con embriones no hayan curado ni un catarro -aunque eso sí, han producido tumoraciones- no quita un adarme de razón a las presidenciables palabras. Ya lo dijo El País: Obama quita el corsé religioso a la ciencia. Y quede claro que esta sutilísima expresión nada tiene que ver con la promoción de cine erótico de El País (este domingo, Portero de noche, por 1 euro). Se trata de un corsé de tipo ideológico, nada cachondo.

Y también es verdad que las únicas células que han conseguido éxitos terapéuticos son, precisamente, las células madre no embrionarias, las adultas, que tienen las mismas propiedades que las primeras, que sí curan y no matan a nadie. Y conste que esto no lo digo como creyente que conste, sólo como ser racional dotado de sentido común.

Obama aclaró que esto -o sea, su medida de utilizar los impuestos de los americanos para matar embriones- es lo que han estado esperando investigadores y pacientes.

Otra gran verdad: lo han estado esperando, por ejemplo, científicos como el precitado Bernat Soria, que lleva viviendo del chollo destripa-embriones desde hace una década y además -gloria y fortuna- consiguió llegar a ministro. Porque, por si alguien no lo había entendido, no es que se haya prohibido -como debiera una sociedad menos enloquecida que la actual- los experimentos con embriones: lo que había prohibido George era que pagáramos a los matarifes inútiles con dinero de todos. Pero Obama es mucho más dadivoso.

Y como explica nuestra precitada corresponsal, el problema es que Bush se había alineado con quienes piensan -¡Qué simpleza!- que un conjunto de células puede ser un ser humano. Pero si sólo tiene unas horas de vida. Es como si afirmáramos que un adulto de cuarenta primaveras, un conjunto de células, es un ser humano. Como muy bien explican los intelectuales de El País, eso es una pelotas de células (sic) que, además, no tiene corazón, ni desarrollados los órganos vitales (por pura casualidad no empelan ese argumento para el aborto). Está claro que los PC han descubierto la maravillosa doctrina de la anidación: la persona comienza a existir cuando el embrión se instala en el útero materno. Esta es una experiencia empírica y demostrable: todos sabemos que no somos los mismos cuando estamos en la cocina o en la sala de estar: la diferencia es sustancial.

La pavada final llegó cuando el creyente Obama -pero, ¿en qué creerá este tío?- dijo sí a la destrucción científicamente -que no moralmente, es muy distinto- de embriones pero no a la clonación. La verdad es que la manipulación de embriones es un atentado contra la vida, de la misma forma que la clonación -o los intentos de clonar- son un atentado, aunque futuro, contra la familia. Dicho de otra manera, Obama ignora que la destrucción de embriones humanos es aún más grave que la clonación que, por otra parte, es un imposible... por razones científicas y sin corsés religiosos.

Y esto es bello e instructivo, pues demuestra -científicamente- que la imbecilidad cunde en el mundo. También en la Casa Blanca.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com