El Partido Popular se ha apresurado a echarle en cara al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, su hostilidad hacia George Bush y hacia Estados Unidos. Es verdad que en Moncloa estaban convencidos del triunfo de Kerry y que el secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, apostó descaradamente por el candidato demócrata. Sin la menor prudencia, todo el mundo parecía haber olvidado en el PSOE que el pueblo estadounidense suele dar una segunda oportunidad a sus presidentes, por muy malos que sean.
Ahora, en la mañana del miércoles 3, desde Moncloa ha surgido el sorprendente mensaje de que el pueblo norteamericano es un gran amigo y un gran aliado, denominación que no sabemos si será aceptado por los estadounidenses.
Para entendernos, tanto la Constitución Europea, como la no discriminación para el acceso al Trono de España por razón de sexo, como las pretensiones nacionalistas, especialmente catalanas, pueden hacer necesaria una modificación constitucional. Eso conlleva necesariamente la disolución de las Cámaras y la convocatoria de elecciones.
Pero es que, aunque el Consejo de Estado y el Tribunal Constitucional advirtieran que no es necesaria tal disolución, en el Partido Popular están convencidos de que Rodríguez Zapatero se verá forzado a lanzar una cuestión de confianza, no a la Cámara, sino a la ciudadanía. En definitiva, un plebiscito sobre su política, puesta ahora en duda por sufrir tal, y posiblemente innecesario, enfrentamiento con un Bush al que se daba por perdedor y ahora ha resultado ganador. Se le puede llamar plebiscito o se le puede disfrazar con cualquiera otra denominación, pero lo cierto es que España, apenas ocho meses después de las elecciones del 14 de marzo, ha vuelto a entrar en periodo electoral.