Gran conmoción en los mercados, los puñeteros mercados financieros, ante el desprestigio de la economía norteamericana.

No se lo van a creer pero la agencia de riesgos S&P -estadounidense, por pura casualidad-, se ha atrevido a darle una colleja al señor Obama: le mantiene la triple AAA, o máxima calificación, pero le pasa a perspectiva negativa, es decir, le amenaza con reducirle la nota en un futuro. ¡Qué desfachatez! Total, porque el déficit y la deuda norteamericana sean superiores a los de los países europeos amenazados con la intervención -por ejemplo, España- se atreven a poner en solfa a la primera potencia mundial. Y eso después de que los modélicos bancos de inversión norteamericana, así como sus sociedades hipotecarias entraron en quiebra y provocaran con su especulación la mayor crisis financiera de la historia, la de ahora mismo, y ni S&P, ni Moody's, ni Fitch previeron el desastre ni osaron después horadar el prestigio gringo.

Esto de las agencias riesgo es una coña marinera con la que alguien debería acabar cuanto antes. Se dice que son necesarias. Bien está que haya quien evalúe desde fuera la solvencia de las sociedades cotizadas -aunque no es justo ni necesario, pero es que estos tres monstruos saltan por encima de soberanías nacionales y califican a todo el mundo, entidades públicas y privadas, no libremente, sino bajo la amenaza de que si no participas, es decir, si no pagas, no juegas.

Se supone que los analistas están para eso, para aconsejar a los clientes sobre la solventa de los países o entidades en los que invierten. Ahora bien, dejando a un lado la simplicidad de un método global con el que se califica a empresas y países bien diversos, sorprende la distinción que esas entidades de yupies realizan entre el rating legal y el 'rating' habitual. El segundo es el que propiamente mide la solvencia. Mal medida, pero la mide. El primero es el que obtienes, no según un análisis 'científico', sino según tu carácter público o tu poderío. Por ejemplo, un banco público quebrado obtendrá siempre un 'rating' legal elevado si, por ejemplo, es norteamericano o alemán.

En resumen, esto es un pitorreo. Si desaparecieran las agencias no va a pasar nada, se lo aseguro. Bueno, si se van a reducir los agravios comparativos y, además, cada palo aguantaría su vela, es decir, mediría el riesgo de sus inversiones.

Pero lo más grave es que nos creemos que los mercados tratan a todos por igual cuando de hecho funcionan como un gigantesco oligopolio controlado por los anglosajones. En el siglo XXI el colonialismo no utiliza las cañoneras sino las bolsas. Y a las agencias de riesgo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com