El hispano más rico del mundo, el mexicano Carlos Slim, quiere comprar AUNA y entrar en Europa por la puerta grande. Slim ofrece 11.000 millones de euros pero Botín quiere 13.000 millones. Montilla exige que AUNA siga siendo española. Felipe González es el gran garante de la operación. La operación se haría por etapas: por ejemplo, vendiendo un paquete de referencia a fondos de inversión afines al Santander. Los intereses económicos de Felipe González y José Bono, en México, Venezuela y la Argentina, dividen al Gobierno Zapatero.

El presidente del Santander Central Hispano (SCH), Emilio Botín, vuelve a retar al Gobierno : El cántabro quiere vender la empresa de telecomunicaciones AUNA, de la que no es el principal accionista pero sí el segundo, además de sumar las acciones que obran en poder de Unión Fenosa. El banquero sabe que el ministro de Industria y Telecomunicaciones, José Montilla, mantiene la tesis de que no puede repetirse con AUNA el caso Airtel: una licencia de telefonía que sirve para que los concesionarios españoles (en ese caso, Juan Abelló, los Entrecanales, los March y el SCH) dieran el gran pelotazo con la venta a un operador extranjero. Especialmente AUNA, que no es sino la antigua Retevisión, llamada a romper el monopolio de Telefónica. Pero a Botín, eso no le importa. El aspirante a hacerse con AUNA es el mexicano Carlos Slim, el hombre más rico de Iberoamérica, el mandamás de Telmex, el mexicano con el que no se atreve ni el presidente Fox ni el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que probablemente recupere el poder. Y el principal asesor de Slim, casi pariente y medio socio, es el presidente del Gobierno, Felipe González. ¿Quién parará al veterano líder en el seno del PSOE? Algunos piensan que ni la mismísima Moncloa.

Meses atrás, el presidente de Telmex coincidió con el consejero director general del SCH, y responsable de Iberoamérica, Francisco Luzón, precisamente el hombre que también tiene contratado al peón de González, el ex ministro de Economía Carlos Solchaga, como asesor del SCH para Iberoamérica. Es más, tras la llegada de Zapatero a La Moncloa, Slim, se supone que (mal) informado por González, se dirigió a Luzón en estos términos:

-Tenía ganas de conocerte, porque me han dicho que tú vas a ser el que sustituya a Alierta en Telefónica.

Un detalle que tiene su enjundia, si consideramos que Telmex, con González como agente y el comunicólogo y traficante de influencias Antonio Navalón, le hacen la vida imposible a Telefónica en México. Slim, González... y Antonio Navalón, representante de Jesús Polanco, a su vez socio de Alierta. Cosas veredes, Sancho

En cualquier caso, Slim oferta por el conjunto de AUNA, lo que significa fijo-móvil y cable, 11.000 millones de euros. Botín advierte que no están dispuestos a vender por debajo de los 13.000 millones de euros. Mientras, el principal accionista de AUNA, Endesa, deja hacer a don Emilio, que posee los apoyos políticos de los que ella carece.

Y tampoco le importa a Botín que el Gobierno Zapatero le haya apoyado en el caso judicial que más le preocupa, el de las cesiones de crédito, haciendo que el abogado del Estado se retire del caso ¡en un delito contra la Hacienda Pública!: un negocio es un negocio y Botín quiere saber hasta dónde manda Zapatero cuando tiene enfrente a su admirado (admiración juvenil) ex líder del PSOE.

Pero las mejores separaciones son las que dan una apariencia de consenso. Por ejemplo, Botín ya ha advertido que la mejor forma de vender AUNA a Slim es disfrazando la operación. Por una parte, la salida a Bolsa de la operadora, que es la estrategia oficial. De otro, la colocación de paquete de referencia de AUNA en manos de fondos de inversión o de pensiones afines al Santander, para finalmente dar el pase a Slim. Es lo que se llama una venta indirecta, pero el precio es una variable muy definitiva, muy directa... y por el momento no hay acuerdo entre las partes.

Si Slim se sale con la suya, habrá entrado en Europa por la puerta grande. Porque el mundo hispano se le está quedando muy pequeño al mexicano. Con González, forma una de las parejas más curiosas del universo político y económico mundial. Y, desde luego, en todas las cancillerías hispanoamericanas les rinden pleitesía. Tanto Slim como González apoyan el indigenismo, o nuevo populismo de izquierdas creciente en Hispanoamérica, liderado por el venezolano Hugo Chávez, y al que se apuntan el argentino Néstor Kirchner, el brasileño Lula da Silva, y hasta el chileno Ricardo Lagos. Fidel Castro también merodea por allí, mientras todos estos líderes de la nueva izquierda hispana esperan el gran cambio en México, el del regreso al poder del PRI, que participa de esos mismos parámetros: antiamericanismo, cierta demagogia popular, estatismo capitalista (grandes consorcios públicos) y una cierta demagogia.

Eso sí, en Moncloa, y en especial en la calle Ferraz, preocupan las aspiraciones económicas y políticas de Felipe González y del actual ministro de Defensa, José Bono. En el partido se preguntan quién representa a España ante países como México o Venezuela, si Zapatero o González. Por su parte, el titular de Defensa mantiene hasta demasiadas relaciones con el venezolano Hugo Chávez, especialmente a través del embajador de España en aquel país, Raúl Morodo. Es más, Bono se permitió el lujo de retar al vicepresidente económico, Pedro Solbes, al negarse a asistir a la inauguración de los nuevos astilleros públicos Navantia. Es sabido que estos astilleros de corte militar (al menos, en un 80% de su facturación) trabajarán, entre otras cosas, para el Gobierno venezolano. Los norteamericanos ya han advertido que no van a permitir que la España de Zapatero, entre otras cosas, a través del nuevo Izar, se convierta en el suministrador de armas de un Hugo Chávez a quien cada día que pasa Washington observa con mayor recelo.
 
El Gobierno Zapatero está dividido a costa de González y Bono, pero, una vez más, no está claro quién se impondrá, por la simple razón de que no está claro quién manda.