El presidente saliente nunca se ha distinguido por su simpatía, pero ha logrado marcharse de La Moncloa con todas las marcas de antipatía. La persecución y los insultos de los que ha sido objeto por todos los que practican el hispano deporte de hacer leña del árbol caído le ha agriado aún más el carácter.

 

Terminada la investidura de Zapatero como presidente del Gobierno, Aznar no se dignó acercarse para felicitarle. Fue un encuentro en tierra de nadie. A continuación, los periodistas le persiguieron por los pasillos del Congreso, hasta lograr bloquearle, para solicitar su parecer por todo lo ocurrido. Su respuesta fue:

 

-Adiós.