Toda la tarde del viernes 1, apenas horas después de que el Gobierno Zapatero aprobara el matrimonio gay con adopción incluida, Internet se llenó de mensajes que repetían la misma gracia maliciosa. En Asunto, se podía leer Enhorabuena o algún sinónimo. Lo abrías y te encontrabas con el siguiente, o similar, mensaje: ¡Albricias: Ya te puedes casar!.
Lo cual demuestra lo de siempre: que el buen humor acaba por imponer el sentido a común ante los desatinos de la autoridad (no, no me refiero al ministro de Asuntos Exteriores). Cien editoriales de El País puestos en fila, docena de telediarios presentados por el parpadeante Lorenzo Milá, miriadas de sermones matinales del padre Gabilondo, no consiguen romper la infranqueable barrera que interpone el sentido común y que podríamos resumir así: el matrimonio gay es una mariconada de mucho cuidado.
España ya es más moderna que Francia, Alemania, Italia o el Reino Unido. Somos la pera limonera de modernos. Somos los progres de ultratumba (como diría el comunista Gaspar Llamazares, de ultra y de tumba), a modernos no nos gana nadie. Es igual, Juan Español sigue diciendo lo de Cela: Él no toma por el culo. La función del ano es otra.
Zapatero, no obstante, mantiene (lo dijo ante un grupo de empresarios que le miraban como quien observa a un pulpo introducido en un garaje) que los gays llevan siglos de marginación. La frase la hizo famosa Cristina Alberdi, una feminista tan consecuente que ahora hace prosélitos en el Partido Popular: Las mujeres llevamos 4.000 años marginadas. De la mujer de Atapuerca (para mí que estaba marginadísima) no se habla, pero todo es cuestión de empezar. Pues justo ahora, Zapatero corrige el rumbo y la marginación de los gays toca a su fin. Aquí, o presumes de milenios de marginación o no te jalas unas rosca.
Lo malo de la adopción (una adopción internacional no hay, dado que sólo España y algún otro país chiflado acepta enviarnos niños para que los eduquen una pareja de homosexuales) es que la pederastia es una patología directamente relacionada con la homosexualidad. Es más, la inmensa mayoría de pederastas buscan relaciones con niños, no con niñas. Es decir, que con el anteproyecto aprobado el pasado viernes por el ministro de Justicia, podemos estar abriendo la puerta al incesto.
Pues tampoco hay que preocuparse. Para eso está Mr. Bean. En breve, nuestro audaz Zapatero, siempre a la búsqueda de una nueva frontera, se referirá a la atávica marginación que sufren los incestuosos, y declarará abierta la idea de los filadelfos, que, además de un arbusto originario de América, significa justo eso que está usted pensando y que practicaban algunas familias aristocráticas egipcias: ayuntamiento entre hermanos. En un primer momento, a usted, amigo lector, le dará un poco de asco, lo sé. Pero recuerde que lo mismo le sucedía cuando le hablaban de homosexualidad tiempo atrás (no mucho tiempo atrás), porque acudía a su imaginación de qué estábamos hablando. Pero ahora ya no. Ahora nos han metido la opción sexual por los ojos, de tal forma que ya hacemos abstracción del asunto. Pues, con el incesto, o relaciones sexuales entre padres e hijos, o entre hermanos, le sucederá en breve lo mismo. El hombre es un animal de costumbre y la rutina acaba por reducir a escombros los edificios creados por la imaginación.
Por cierto, ¿alguien ha pensado en los muchos matrimonios que se rompen por la perversión sexual de uno de los cónyuges, que no deja a su señora por otra, sino por otro? Pues, no lo duden, en breve veremos a los jueces de familia (otro colectivo en crisis, seguramente por milenaria marginación) otorgando patria potestad a un par de lesbianas, como sólo los jueces pueden otorgarla: es decir, coercitivamente. Imagínense la escena: el padre que contempla cómo su ex se lleva a sus hijos. a un hogar regido por dos lesbianas.
Eulogio López