En Banesto están muy preocupados por el lenguaje de género. Por ejemplo, insisten en que Ana Patricia Botín no es la 'presidenta' de Banesto, sino la 'presidente'. Es decir, justamente lo contrario de lo que aconseja la Real Academia de la Lengua, que anima a hablar de presidenta, ministra, médica, etc. Por la misma razón, y en aras de la igualdad, se habla de dos mujeres 'directores territoriales', cuando lo suyo sería hablar de dos 'directoras territoriales'.
Y es que en esto del lenguaje, en Banesto desbarran un poco. Habría que hablar de 'Banestao', por la afición de su presidenta de terminar en tan peculiar desinencia todas las palabras: 'empleaos', 'resultaos', 'enseñaos', 'planteaos' o para terminar con una defensa muy patriótica de nuestros 'mercaos' financieros: "El mercao español es un mercao muy avanzao".
Y a pesar de tantos 'aos', Banestao, el avanzado de los bancos españoles a la hora de presentar resultados del ejercicio 2003, ha sabido aprovechar el viento de popa del crédito para asentarse en su punto más flojo: Ana Patricia ha demostrado que se le da mejor recortar gastos que aumentar ingresos. Durante los últimos meses del año, Banesto ha sabido aprovechar el imparable crecimiento del crédito hipotecario (más del 41% en la entidad) y la espléndida morosidad bancaria reinante en España (en este país se paga al banco antes que al médico). De ahí que la inversión crediticia haya crecido un 20,3% por encima de la media del sector. Un aplauso para Ana Patricia.
Al mismo tiempo, con unos costes paralizados (plantilla estancada, oficinas estancadas y reducción de gastos generales) la verdad es que el ratio de eficiencia se sitúa en un espléndido 47,2%, tres puntos por debajo del año anterior. Pero, insistimos, eso significa poco: significa que los gastos están controladísimos, pero un buen empresario no es el que reduce gastos, sino el que aumenta la facturación.
Un detalle respecto al activo. Como buena Botín, a Ana Patricia le encanta especular. De ahí que esté sometiendo a la entidad a la reventa de créditos por el procedimiento de titulización, uno de los mecanismos más macabros del sistema financiero para crear burbujas. En cualquier caso, si reducimos el efecto de las titulizaciones, resulta que la inversión sigue creciendo al 17,4%.
El beneficio sobre recursos propios (ROE) se estanca (del 17,3 al 17,4%), mientras Banesto trata de ocultar el otro cociente clave, la rentabilidad sobre activos o ROA, mediante la táctica de "las uvas están verdes". Lo cierto es que el ROA con una reducción de nueve centésimas, desde el 0,91 al 0,82, no resulta muy presentable.
Por otra parte, Banesto sigue primando al accionista con nominal, en lugar de con dividendo. Fiscalmente el asunto resulta atractivo, pero esa técnica tiene un límite, y no conviene aproximarse a él. Al final, lo que ocurre es que la familia Botín trata de controlar Banesto, porque Banesto es la gran pieza de cambio para solucionar el gran reto: la herencia de los Botín.
En principio, lo que la primogénita de don Emilio desea es suceder a su padre como presidenta de SCH-Banesto. Ahora bien, eso depende en buena parte de la jueza de la Audiencia Nacional Teresa Palacios, de la probable fusión entre SCH y BBVA, de la opción internacional (unir SCH con Royal Bank y con Bank of America) y, en definitiva, del reparto de la herencia. Si Ana Patricia no puede acceder a la sucesión, se podría conformar con un Banesto más Bankinter, la entidad de su tío, Jaime Botín. Sería un premio de consolación bastante gordo, pero, en el entretanto, debe demostrar que Banesto es rentable, el más rentable.
¿Lo es? Ahora mismo, no, ni de broma. Pero, como recuerda la propia presidenta, quiere ser un "banco grande" no sólo un banco rentable. Con la agresividad que caracteriza a su jefa, sus directivos se encargaron de recordar que, en un sólo año, han crecido tanto como un banco del tamaño del recién vendido Banco Atlántico.
Así que ya lo saben: Ana Patricia se gana en Banesto la lucha por la sucesión de Botín. Es la presidenta. En esa lucha le ayudarán los 214 millones de dotaciones netas que nadie tiene claro para qué van a servir.