La compañía aérea Air Madrid es capaz de sacar de quicio al más pintado. Sus retrasos y cancelaciones se explican siempre con excusas peregrinas ideadas con la intención de deshacerse de las protestas de los sufridos clientes: de todos es conocida la de que alguno de sus aparatos no está disponible para el servicio, aunque la última disculpa (vuelo Toluca-Madrid del pasado 10 de diciembre) es que el aeropuerto de Toluca (México) cerraba a las 12 de la noche debido a la instalación de un sistema antiniebla y que el avión no había tenido tiempo de aterrizar para recoger a los pasajeros a la 1. Un argumento sofisticado que a los no iniciados en materia de aparatos de navegación aérea deja sin palabras. Qué casualidad que Air Madrid sea el Pupas de la aeronavegación europea.
Por eso Fomento se plantea si suspender este mes la licencia de vuelo de una línea que se hizo famosa por sus bajos precios sin descubrir su verdadero secreto; es tan sencillo como dejar de incluir en el precio lo que no se da: puntualidad, seriedad, buena atención durante las diez horas de vuelo y una comida medianamente decente (Azafata, por favor, ya que no me puede traer el aliño de la ensalada ¿podría traerme papel de liar?). El ministerio de Magdalena Álvarez ha habilitado además dos teléfonos de información exclusivamente para los incautos que eligieron viajar con esta compañía: 902 360 138 (para llamadas desde España) y 34 954 589 641 (para llamadas desde el extranjero).
Al menos no se pierde el sentido del humor. También el pasado 4 de diciembre Air Madrid fue fiel a su cita con el despropósito. Los clientes se desahogaron en la revista promocional de la compañía, esos folletos en los que se afirma que la empresa es un instrumento de vital importancia para la comunicación entre los pueblos. Muy bonito, pero se aproxima más a la realidad lo que escribió un pasajero harto de ser tratado como una oveja.