Me lo mandan desde México. Un aborto natural. El niño está vivo y se aferra a la vida. Matar intencionadamente a este niño es lo que Elena Valenciano y demás feministas miserables dicen que es un derecho. Matar intencionadamente a este inocente es lo que las mujeres del PP, de conciencia tibia, acobardadas ante los graznidos de los cuervos (y las cuervas) de Rubalcaba.

Esto es lo que tenemos, mujeres desfeminizadas que asesinan a sus propios hijos en su propio seno. Otras que se enorgullecen de ello y lo convierten en derecho. Otras, por último, que, por miedo a las energúmenas de enfrente, no se atreven a levantar la voz. Es decir, lo que comentaba el humorista Wodehouse. ¡Qué sexo, señor, qué sexo!

Sólo que él lo decía de broma. Porque ceder en la defensa de la vida es ceder en la propia vida. En la propia. De una mujer que aborte se puede esperar el arrepentimiento y el cambio; pero de una mujer que defiende el derecho al aborto no puedes esperar nada.

Eulogio López

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