"Oh Jesús, entiendo, en el fondo de mi alma, que las más grandes obras no pueden compararse con un acto de amor puro hacia ti… Todo mi amor está anegado no en tus obras, sino en ti mismo". Punto 984 del Diario de la Divina Misericordia.

"¡Dios nos libre de los filántropos!", clamaba el genial Chesterton. Y el Papa Francisco, a los que algunos pretenden incluir en la tontuna de la teología de la liberación, ya ha recordado que, sin Cristo, la Iglesia se convierte en una triste ONG.

¿Saben cuál es el problema Que si Dios no existe es muy difícil amar al hombre. Como mucho se puede alcanzar una mera consistencia. Pero la principal lección de Kowalska es esa: el hombre no es capaz de algo tan bizarro como el amor sin apoyo de la gracia. Todo es gracia, salvo la libertad humana de aceptarla o rechazarla. A ese proceso se le llama historia.

La Fiesta de la Divina Misericordia consiste, precisamente, en recordar esa clave de la historia: que el mundo vive de misericordia… o muere. (Juan Pablo II, en la imagen, quien instituyó la fiesta).

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com