Colegio madrileño, de superlujo, en una de las zonas de mayor nivel adquisitivo de la capital. Muy famoso, espíritu liberal, oh sí, e incuso progresista. Niños y adolescentes ricos de familias desestructuradas (en román paladino, padres divorciados o separados, generalmente rejuntados y cabreados). No, no pienso decir el nombre, pero sí contar la historia: 4 alumnos de ESO se armaron de jeringuillas metieron a pequeños de 6 y 7 años contra una esquina y ordenaron pincharle con ellas. Todos ellos deberán seguir sometiéndose a controles durante 3 años -parece poco, dado que el virus del SIDA, por ejemplo, puede tardar en desarrollarse hasta 10 años-. De los cuatro delincuentes adolescentes e hijos de papá, tres fueron expulsados y han pasado a la jurisdicción de menores. Al cuarto intentan rescatarlo, porque se vio presionado. Insisto, hablamos de un adolescente de la ESO, sin problemas económicos: ¿Habrá que repetir que es la miseria moral, y no la pobreza material, la que genera canallas? Por cada delincuente joven que haya llegado a esa situación por falta de medios estoy dispuesto a enseñaros 10 que han llegado ahí por falta de afecto y/o por no encontrarle sentido a la vida. Al colegio y a los chavales de los que hablo les puede faltar de todo, menos dinero.
Pues bien, esto es lo que ocurre en Madrid, capital de un país como España, perfectamente integrado en Europa y cuya economía marcha viento en popa, con un Estado del Bienestar algo de suyo positivo, no lo olvidemos- que promociona educación casi gratuita desde la cuna.
Dicho de otra manera, y en vísperas de la manifestación del próximo sábado por la libertad de enseñanza, a la gente le preocupa tanto la Ley Orgánica de educación del Gobierno Zapatero para que sus hijos no protagonicen ni como agresores ni como agredidos- un mundo de chiflados donde los de la ESO pinchan con jeringuillas a los chavalillos de primaria, porque cuando eso ocurre es que algo muy grave está ocurriendo. Es más, a la gente no le preocupa la educación entendida como instrucción o como acopio de saberes técnicos o humanísticos, cosas que, en un mundo mecanizado, la instrucción, créanme, no resultan tan imprescindibles. A la gente lo que le preocupa es la educación entendida como formación. Y como formación, todos los mortales, salvo políticos, pedagogos y otros pedantes, entienden aquello que puede responder las dos preguntas: ¿de dónde vengo y adónde voy? y ¿Cómo puedo ser feliz? Es decir, la denostadísima religión.
Esa paradoja es la que lleva a que sólo es un decir- el 20% de los españoles vaya a misa los domingos, pero que más del 80% de los padres exija que sus hijos reciban educación católica. Es como el viejo chiste del testigo de Jehová que llega una casa y comienza hablarle al inquilino de la Biblia, hasta que éste corta por lo sano : No diga usted tonterías, como me voy a tragar esas chuminadas si ni tan siquiera creo en la Iglesia Católica, que es la verdadera. Naturalmente, el señor Zapatero se ha negado a recibir a los que han recogido más de 2 millones de firmas solicitando que la asignatura de religión sea evaluable, es decir, que se tome en serio.
Por otra parte, a los padres les preocupa que sus hijos reciban esa formación cristiana que no la información- por la sencilla razón de la diferencia entre esos dos porcentajes: 20 y 80%. Los padres quieren que sus hijos sean formados cristianamente en el colegio, porque esa formación no la ofrecen ellos en casa: nadie da lo que no tiene y el mejor predicador es Fray Ejemplo.
La gente no quiere información para sus hijos, quiere formación en eso que ha dado en llamarse valores, formación que no es otra cosa que el viejo catecismo, al igual que los valores no son más que aquello que nuestros abuelos llamaban virtudes... Entre otras cosas, porque la mayoría de la gente tiene muy claro que no hay deformación más grande que el asepticismo, y que no hay ideario más castrante que la ausencia de ideario, que no deja de ser el ideario favorito de Zapatero. Y es que lo del pluralismo, la tolerancia y otras minucias buenas enseñazas, sin duda, pero absolutamente secundarias- son importantes cuando se habla de la sociedad, pero no cuando se refiere a mis hijos, muchas gracias.
Otra cosa es el modelo escolar. En eso, está muy claro que ni la escuela pública que el PSOE ha lanzado a la calle, ni la escuela privada de los empresarios de la educación, resultan modelos idóneos. Quienes tienen que mandar son los padres. Esto es, la libertad de enseñanza se llama cheque escolar.
Eulogio López