Los partidarios de la Teoría de la Conspiración constituyen un verdadero chollo para ZP y un muy mal rollo para el Partido Popular. Eso sí, para sus inspiradores, los periodistas Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez se lo están pasando de vicio, de ocio y de negocio. Han conseguido lo que más anhelan: convertirse en héroes, en los que "dicen la verdad, pese a quien pese", con la única excepción de los patrocinadores comerciales, naturalmente. Es la diferencia entre el periodismo político y el económico : en el primero cuanto más gritas menos riesgos asumes, justo al revés que el segundo, más serio y más peligroso.
Pero volvamos a la cosa conspiratoria. Si hemos de hacer caso de los denunciantes, ETA no sólo estuvo involucrada en la masacre de 193 personas, sino que, además, el PSOE estaba detrás del asunto, y hasta cabe la posibilidad de que los detonadores los construyera –habilidoso que es el chaval- el propio ZP. Contra toda lógica: porque ZP ya fue bastante cínico con su aprovechamiento del asesinato de tantos inocentes para acusar al Gobierno Aznar (11-14 de marzo) de mentir –con la inestimable colaboración del sector más miserable del grupo PRISA- y darle un vuelco a las encuestas y alcanzar la inalcanzable Moncloa.
Ahora bien, acusar a ETA no era necesario para el PP. Como se ha visto, la utilización política del terrorismo etarra por parte de la derecha seria la misma sin necesidad de recurrir ala mentira de la conspiración: basta con el canallesco empeño de ZP de perpetuarse en el poder tras coronarse como el pacificador de Euskadi sin solucionar el verdadero problema de Vascongadas, que no es la guerra sino la ausencia de libertad. Pro decirlo así, la oposición tenía cubierta, y rebosa, su estrategia de coso al Ejecutivo en el caso ETA, sin necesidad de rocambolescas conspiraciones en el 11-M.
Pero las nefandas consecuencias para el PP de la teoría de Ramírez-Jiménez sociedad limitada –bastante limitada- llegan más allá. Sigo diciendo lo mismo que dijimos en Hispanidad a las 15,15 h. (hora local española) de aquel terrible 11 de marzo de 2004: no fue ETA, fue el terrorismo islámico, el fanatismo que viene de Oriente y que le ha declarado la guerra sucia al Occidente libre. Pues bien, a ese terrorismo, a ese fanatismo, es a quien apoya y aplaude el Mr Bean que tenemos en el Gobierno. ZP sufre, como toda España, el síndrome Manjón, es decir, el síndrome de Estocolmo. El miedo al Islam -esos salvajes que creen en algo, mientras los progres occidentales ya no creen en nada- ha llevado a ZP a la insondable tontuna de la Alianza de Civilizaciones, con el fundamentalista turco Recep Tayyip Erdogan como socio, otro hombre de paz y un fiero amante de la libertad.
Por ese mismo síndrome de Estocolmo, ZP deja hacer al peligroso tirano de Marruecos, el monarca Mohamed VI, cuyo próximo golpe será apoderarse de Ceuta y Melilla, donde la tercera parte de los soldados allí presentes son marroquíes con pasaporte español.
El mismo pánico al Islam, a los que sí creen en algo, aunque sean barbaridades, que ha llevado al Gobierno salido del 11-M, que no del 14-M, a denigrar a Israel. Durante la guerra del Líbano, los malos eran los judíos, defensor de Occidente. Por vez primera el Gobierno hebreo no ganó la guerra, y la solución la tuvimos el pasado martes 13: bombas en autobuses –dos muertos, el mejor instrumento de Hezbolá para islamizar el Líbano cristiano, islamización con la que colabora con entusiasmo el Ejército español enviado por ZP.
Todo lo anterior son argumentos, argumentos basados en hechos ciertos, que podían haber sido utilizados por el Partido Popular para desgastar a Zapatero, un verdadero insensato del tablero internacional. La derecha española ha perdido una excelente oportunidad para situar a los ciudadanos ante una realidad: la invasión islámica de España y la necesaria defensa de la identidad de Occidente, preferentemente cristiana. Algo que los españoles entienden muy bien y que, además, es un peligro real, un hecho cierto… y una ocasión única para despertar a un pueblo letárgico y amodorrado.
Pero no ha podido ser, porque la Teoría de la Conspiración, además de falsa, no ha hecho otra cosa que beneficiar al Gobierno socialista. Y cuanto más éxito tiene, cuantos más ingenuos siguen a la pareja Ramírez-Jiménez, más famosos ellos y más felices en La Moncloa.
Eulogio López