¿Cuál era el objetivo de la Comisión de Investigación parlamentaria sobre el 11-M? Desde luego, no descubrir a los autores de la masacre, que eso es cosa de jueces y policías. La Comisión que nunca debió abrirse pretendía debatir sobre si hubo manipulación política del asesinato colectivo y, supongo, si se podían mejorar los métodos de lucha contra el terrorismo más sangriento sufrido hasta el momento.
Pilar Manjón, madre de uno de los jóvenes asesinados el 11-M, manifestó su tristeza, porque muchos nos tememos que la espiral de agresividad en la que han entrado nuestros partidos políticos no nos va a permitir que tengamos unas conclusiones de consenso.
Las palabras de esta mujer, cuyo dolor merece todo respeto, siempre caminan en la misma dirección. Pide paz entre los partidos, pero culpa a José María Aznar de la masacre por su apoyo a Estados Unidos durante la guerra de Iraq. Ella sabe perfectamente que es el Partido Popular quien se niega al consenso en la Comisión, porque, naturalmente, toda la izquierda está dispuesta a demostrar a cualquier precio que no llegaron al poder (o colaboraron con ese poder) gracias a 192 asesinados. Por eso, hablar de agresividad entre los partidos y de ausencia de consenso es señalar al Partido Popular.
Manjón no quiso acudir a la manifestación de las otras víctimas, las victimas de ETA, porque esas son víctimas de derechas y ella es de izquierdas. No, Manjón siempre se ha mostrado agresiva, no es la mejor persona para hablar de consenso. Además, el dolor se sufre mejor en silencio.
Por otra parte, ¿es bueno el consenso? El consenso no tiene nada que ver con la verdad: ambos pueden coincidir, pero no necesariamente. La comisión parlamentaria no triunfará si hay consenso ni fracasara si hay disenso. Apenas se ha hablado de mejorar los servicios antiterroristas y la izquierda nunca va a aceptar que el 11-M le resultó el mejor regalo político mientras la derecha no aceptará que durante unas horas deseó fervientemente que la autoría hubiera correspondido a ETA y no a los islámicos. De la misma forma que Prisa nunca aceptará que lanzó una campaña de manipulación, urgido por la necesidad de que su pupilo, Rodríguez Zapatero, venciera en unas elecciones que tenía perdidas antes del 11-M. Esta es la legislatura del aturdimiento : aturdimiento de un Zapatero intentando negar la evidencia de que es presidente, legal, sin duda, pero gracias a la masacre. Aturdimiento en el PP que salía ganador y todavía no se ha recuperado del batacazo y que aún sigue buscando puestos para tantos ex altos cargos.
Y lo peor de todo, son dos cosas. Por una parte, el mensaje que España ha lanzado al mundo : el terrorismo funciona. Como afirmara Eduardo Zaplana (uno de los personajes típicos del Partido Popular, con más propuestas que principios), el que puso las bombas sabía muy bien lo que hacía.
El otro aspecto negativo es lo que ha marcado la Generación Manjón. Es decir, el Síndrome de Estocolmo. Nadie como Manjón exhibe esa tendencia: escuchándola, cualquiera diría que las bombas del 11-M las colocó Aznar. Para el Islam, para los extorsionadores de Occidente y, duro es decirlo, para los asesinos de su hijo, apenas tiene otra receta y otra crítica que las llamadas a la tolerancia.
Por lo demás, la grandeza de la izquierda hubiera consistido en utilizar su victoria electoral sin vengarse del odiado Aznarismo, incluso reconociendo sus méritos; y la grandeza de la derecha hubiera consistido en aprovechar la derrota electoral para salir de ese ambiente gaseoso, cobardón, incoherente, melifluo, que ha dado en llamarse centro reformismo. Con Rajoy, el PP ha hecho justo lo contrario.
El 11-M de 2005 va a ser un aniversario sin rectificación, sin propósito de la enmienda, quizás porque tampoco ha habido dolor de los pecados.
Eulogio López