Por cierto, las cifras de abortos 2006, y sobre todo su imparable crecimiento revela un fenómeno verdaderamente preocupante: el odio al débil. Porque se odia la debilidad, se odia al no nacido -el más indefenso de todos- y se odia a la familia, el único lugar donde a la gente no se le valora por lo que aporta, sino por lo que es. El fundador y ‘number one' de la Comunidad de San Egidio Andrea Riccardi, comentaba el día 30, en Madrid, un anuncio que decía así: "Soy lo que compro". Tanto aportas a la economía o a la sociedad, tantos impuestos pagas, tanto vales. En la familia, por contra, el miembro más débil, el que menos aporta, es el más cuidado por los padres. Tanto aportas tanto vales, frente al tanto te amamos, tanto vales. Es evidente que el niño nonato, al igual que el niño neonato, es un incordio: no aporta nada, y roba tiempo, dinero y libertad a los suyos, y obliga a su madre a hinchar su tripa para albergar al inquilino en su propio seno, algo sin duda, de lo más molesto y con repercusiones sobre la figura femenina, consecuencias las más de las veces eternas. Pronto, el nonato molesta, el niño también, al igual que el enfermo y el viejo. No se trata ya de egoísmo, sino de que la debilidad no se puede sufrir. El mundo moderno, al menos, no está dispuesta a sufrirla. No se soporta la debilidad, que se vive como una carga, ni la inocencia, que se percibe como una ofensa a la propia malicia. Precisamente, la festividad de los Reyes Magos representa el triunfo de la debilidad y la reivindicación de la inocencia. Es una fiesta políticamente incorrecta. Eulogio López eulogio@hispanidad.com
La comunión en la mano no es más que la vanguardia contra la supresión de la Eucaristía
15/12/24 15:00