“Las visitas no son bienvenidas” es el subtítulo de la opera prima de la directora Carlota González-Adrio que ya nos previene sobre el argumento de este film que comienza como un drama costumbrista, un matrimonio aparentemente perfecto que ha decidido educar a sus hijas en la Naturaleza, en un paraje solitario, para desembocar en un thriller inquietante donde sale a la luz que las apariencias engañan y que el fin no justifica los medios.

Emilio y Rosa viven, en los años 70, en algún desértico y apartado lugar de las Islas Canarias. Tienen cinco hijas con nombres de flores: Lis, Iris, Melisa, Lila y Dalila. Su existencia, sin apenas trato con el exterior, se fundamenta en la placidez y en las buenas relaciones que las niñas tienen entre ellas. Pero los sucesos dramáticos se van acumulando cuando muere en un accidente la hija mayor y aparece un intruso muy observador.

La  joven Carlota González-Adrio se suma a la lista de  jóvenes directoras con mucho talento que han aparecido en el panorama español en los últimos años, es el caso de Carla Simon (Alcarrás),  o Pilar Palomero (Las niñas). Carlota apuesta por un film de suspense basado en la novela homónima de Paul Pen (El aviso), quien también ha realizado el guión, que logra provocar el desasosiego desde el primer giro argumental.

Es complicado narrar elementos de la trama sin desvelar datos, de ahí que haya que mencionar que Pen ha elaborado una historia cada vez más agobiante partiendo de un hecho real, realmente sobrecogedor que ocurrió en los años 70 en España. De hecho, la mejor radiografía de la película la realizaba la propia cineasta: es “una historia que esconde la verdad y la mentira, los secretos, lo oculto, la violencia, el cariño, el amparo… partiendo siempre del retrato de una familia”. Porque la película da vueltas a la idea de lo sencillo que puede ser ocultarse cuando alguien ha realizado un acto deleznable.

Rodada en la isla de Gran Canaria, en municipios como Arucas, se aprovechó la vegetación salvaje de algunos parajes para dar el marco adecuado a este relato. En esas imágenes se palpa el impecable trabajo del director de fotografía, Kiko de La Rica, con una amplia trayectoria profesional junto a famosos directores, como Alex de la Iglesia. Hablamos de personajes muy bien definidos a pesar de estar descritos en cuatro trazos: en ese apartado cumplen con la eficiencia que les caracteriza Daniel Grao y Ariadna Gil, a los que secundan muy bien las adolescentes Zoe Arnao y Aina Picarolo.

Para: los que quieran descubrir el trabajo de una joven directora, de 25 años, a la que habrá que seguir en su trayectoria.