Donald Trump tiene en su haber muchos éxitos. El primero, romper con el Nuevo Orden Mundial (NOM) cuyos principios Barack Obama, el peor presidente norteamericano del último siglo, estaba imponiendo al mundo. Trump en presidente provida y es un presidente que cree en Dios y no lo oculta. Es, además, un defensor de la propiedad privada y cree en la meritocracia, mientras Obama sólo cree en la trampa de las subvenciones.

Pero también ha cometido errores. Uno de ellos es el dinero barato, la doctrina económica que ha provocado la crisis económica más importante de toda la era moderna, porque el dinero fácil, casi en tipos negativos, tiene un efecto global: devalúa toda la economía mundial, la producción entera de bienes y servicios, y nos condena a una crisis permanente de miseria. El dinero barato sí es un cáncer y no la oposición nacionalista de Trump a esta globalización asimétrica: en el mundo actual se compite explotando al ser humano, a la mano de obra local. Ejemplo egregio: China.

La Cumbre de Buenos Aires escenifica el retroceso de la libertad y la democracia en el mundo

También se ha equivocado Trump al optar por el sunismo árabe en lugar por le chiísmo iraní. Entre un mal menor y otro mayor, prefiero Teherán a Ryad.

Y también se equivoca con Putin. Más bien con el efecto Putin. Putin no es Oriente, es Occidente. Un occidental cruel, pero también un elemento de la civilización cristiana. Vamos que Putin no es un escéptico, Vladimir cree en los principios cristianos. Para concretar: cree en algo más allá del dinero.

Y así, llegamos a la Cumbre del G-20, que no deja de ser el parlamento improvisado de los poderosos del mundo. Trump suspende su entrevista con Putin por la tropelía rusa en Ucrania. Mal hecho.

Eso sí, planta cara a Europa y en este momento debe hacerlo. Europa –con España como abanderada- ha bendecido a la mayor tiranía del mundo, la China de Xi Jinping, un personaje mucho más liberticida que el pomposo príncipe saudí Bin Salman.

Europa, y España en primer lugar, ha aceptado como aliado a Xi Jinping, verdadero padre de las tinieblas en el mundo moderno: tiranía comunista y población capitalista, en su repugnante fórmula de “un país, dos sistemas”. Lo peor de cada casa. A su lado, ya lo hemos dicho, el príncipe Salman es un corderito.

Europa ha aceptado como aliada a la mayor tiranía del mundo: China, mientras se permite dar lecciones de progresismo

Es este un G-20 descolocado, donde nadie es lo que parece. Para mí que el único ganador será Pedro Sánchez, siempre deseoso de estrechar la mano de los poderosos para continuar durmiendo en Moncloa.

Después del ridículo escenificado por el presidente del Gobierno español y por el Rey de España alabando al tirano chino, cualquier cosa es posible.

Pero una cosa es cometer errores (Trump) y otra vivir en el error (Europa). La Cumbre del G-20 sólo va a escenificar que la liberad –y con ella, la democracia- retrocede en el mundo. Traducido: el hombre de hoy es más esclavo que el de ayer. El mundo de hoy es menos libre que el de ayer.