La izquierda armó un gran follón con el saludo de Juan Calos I a Mohamed Bin Salman. Podemos, en su habitual tono cursi-revolucionario, se rasgó las vestiduras mientras el Gobierno Sánchez se quitaba de en medio, con referencia a la agenda de la Casa Real, de la cual no se considera responsable. Eso sí, ellos le siguen vendiendo armas a Salman, pero lo hacen por los empleados de Navantia, que conste, de la misma manera que ceden Gibraltar por los trabajadores andaluces.

Por lo más hipócrita no es esto. Lo peor es la comparación de las críticas al Rey Juan Carlos I monarca por saludar al saudí Ben Salman (también podía haberle negado el saludo, claro) mientas el rey Felipe VI y el Gobierno Sánchez reciben, con todos los honores, en España, al principal tirano del mundo, el chino Xi Jinping, el hombre que ha elevado a virtuosismo la miserable bazofia de “un país, dos sistemas”: el comunismo homicida en política y el capitalismo salvaje en economía.

Naturalmente, ni Felipe VI ni Pedro Sánchez se atreverán a decirle a Xi Jinping una palabra sobre libertades

Por supuesto ni el rey Felipe VI ni el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, osarán recordarle a Jinping que China esclaviza a los cristianos y reeduca disidentes políticos, por recordar que es el país con más ejecuciones legales y, lo que es mucho peor, crímenes de Estado continuados. China es, sobre todo, el paraíso mundial del aborto, la sede de la gran matanza de inocentes, donde se mantienen, con la excepciones que se quieran, todavía mínimas, la política obligatoria del hijo único.

No serán Felipe VI ni Pedro Sánchez quienes osen recordarle algo de todo esto al señor Jinping. Para el déspota, la actitud más zalamera posible.

Es más, España acepta convertirse en una colonia económica de la mayor tiranía del mundo, que esclaviza a 1.300 millones de personas pero que, eso sí, se ha sumado al Occidente políticamente correcto: globalización mercantil, ideología de género y lucha contra el cambio climático. Precisamente China, el país que más ha contribuido a la polución –mucho más peligrosa que la contaminación– del planeta.

España acepta convertirse en una colonia comercial de Pekín… con los juzgados españoles rebosantes de empresas chinas que explotan a sus trabajadores y no pagan impuestos

A la postre, España acepta convertirse en una colonia comercial de Pekín… con los juzgados españoles rebosantes de empresas chinas que explotan a sus trabajadores, eluden impuestos y roban nuestra tecnología. Son como los nuevos ricos que se aprovechan de los pobres.

Y todo ello, además, nos lo venden como progresismo antinorteamericano. Porque el malo de la película, el fascista, no sé si saben, no es Xi Jinping, sino Donald Trump.

Al lado de Xi Jinping, Bin Salman es un corderito. Entonces, ¿hay que recibirle en España? Probablemente sí: hay que recibir a todo el mundo. Pero también hay que recordarle dónde está bien y dónde está el mal. Y no callar. Ni por conveniencia ni por cobardía.