Publicamos el pasado miércoles 26 que un juez había detenido la orden por la que se prohibían las misas en la infectada localidad confinada de Villamalea. Un pequeño pueblo de Albacete pero que puede resultar un precedente ante la persecución que se prepara contra la Eucaristía.

Y esto demuestra que hasta en la judicatura puedes encontrar algún que otro personaje -minoría, estoy de acuerdo- con dos dedos de frente.

Pero recuerden que la cristofobia efervescente de ahora mismo apunta directamente contra la Eucaristía. No se me distraigan en batallas menores. Ya ha conseguido durante casi dos meses que se suspendieran las misas públicas en primavera. Sí, con la connivencia de parte de la jerarquía eclesiástica y ahora vuelven a la carga. Todo ello a pesar de que la Iglesia vive de la Eucaristía y no puede vivir sin Eucaristía, a pesar de que la vacuna contra el Covid es la Eucaristía… y a pesar de que el objetivo final consiste en trocar la Eucaristía por la adoración de la bestia.

En materia de cristofobia, la persecución siempre es violenta pero, en un principio, no es física

Tampoco olviden que lo políticamente correcto, la persecución actual contra los católicos, dispara primero contra las convicciones, más tarde se convierte en persecución física… aunque ya desde el comienzo era violenta.

A fin de cuentas, ¿qué es un hombre sin sus principios, sin sus convicciones? Una gelatina.

En resumen, la primera ola del virus, la del confinamiento o arresto domiciliario, nos privó de la Eucaristía. Ahora llega la segunda y comprobaremos la gravedad de la situación si los católicos permitimos que, de nuevo, nos arrebaten el Memorial de la Cruz.

La Eucaristía es última frontera, al tiempo que la puerta de la nueva era: ¿a que vivimos una época apasionante?