Lo primero, los datos actualizados, a miércoles 18, del coronavirus, proporcionados por el director del Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias del ministerio de Sanidad, Fernando Simón.

Afectados 13.716, con 558 fallecidos, 774 en la Uci, o sea, graves. Curados 1.081. La relación entre fallecidos y curados empeora.

El martes, el número de afectados amentó un 18%, o 2.538 nuevos casos, en cifras absolutas.

Normalidad absoluta, dice la policía nacional, pero ha detenido a 73 personas por desobediencia más otros 15 la Guardia Civil, por insolidaridad e irresponsabilidad. Me temo que esa cifras tenderán a aumentar. En Italia empieza a ver muchos ‘huidos’ de sus domicilios porque ya no aguantan más. El pánico genera violencia y el enclaustramiento también.

Es igual, lo políticamente correcto sigue siendo mantener a cal y canto el confinamiento general, que ha convertido cada hogar en una cárcel.

La verdad es que el pueblo español ha reaccionado con sumisión canina, pero por ahora este es el cuarto día de confinamiento.

Y la nueva norma de Pedro Sánchez aumenta la presión sobre el ánimo de individuo. Ya no se podrá salir a la calle acompañado y, atención, la autoridad podrá prohibir cualquier actividad que, según ella, pueda generar contagio. ¿Y quién decide lo que puede generar contagio? La autoridad, naturalmente.

Otra consecuencia importante: los familiares no pueden despedirse de sus muertos, ni velarles y se está recurriendo a la incineración.

De postre, la ministra de Exteriores, Arancha González Laya se dirigió directamente a los españoles en el exterior. Eso debió consolar a aquellos españoles en el exterior que no pueden volver.

Hay 2,7 millones de españoles en el extranjero, dijo a modo de excusa.