De la misma manera que hay personas que han descubierto las ventajas de tener terraza en casa, la banca ha descubierto que puede funcionar perfectamente con la mitad de oficinas. ¿La clave? La cadena de pagos no se ha roto durante el confinamiento, a pesar de que los bancos sólo han mantenido la mitad de su red abierta.

En otras palabras, las entidades han seguido prestando su servicio esencial de manera perfecta. Y lo mejor: no han tenido que contratar ningún estudio del Mckinsey de turno, sino que lo ha comprobado en sus propias carnes. El sector ha realizado el estudio con fuego real, es decir, el margen de error es cero o cercano a cero.

Hagamos las cuentas: si a 31 de diciembre de 2019 había en nuestro país un total de 23.850 oficinas de entidades financieras, según el Banco de España, eso significa que sobran 11.925 sucursales. Una barbaridad, si tenemos en cuenta que en 2019 se cerraron alrededor de 1.900 y ya parecieron muchas para un único ejercicio. Porque otra enseñanza del coronavirus es que el ajuste se puede realizar a toda velocidad. Es más, cuanto antes, mejor, para aprovechar que los usuarios se han acostumbrado a utilizar el móvil en lugar de ir a la sucursal de toda la vida.

La experiencia del confinamiento no se puede aplicar de la misma manera a los empleados. Una cosa sí han descubierto los bancos: en servicios centrales sobra mucha gente, en general. En las oficinas, sin embargo, no.