• España deja de ser el patito feo de la banca, obsesionada ahora por dos factores: inestabilidad política internacional y la volatilidad de las divisas.
  • Aún así, el crédito en nuestro país aumenta lentamente, en parte por el inexorable endeudamiento del sector público, que absorbe recursos financieros que precisan las empresas.
  • BBVA, Santander, Popular, Bankinter, Bankia y Sabadell se lanzan a la gestión de fondos de inversión y de planes de pensiones para mejorar sus cuentas.
  • La tasa de morosidad es la que presenta mayores diferencias: del 13% del Popular al 4,35% de Bankinter.
  • Pero el regulador puede estar contento: todas cierran los nueve primeros meses del año con unos ratios de capital envidiables.
Cuando hace apenas unos días D. José María Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), reconocía los desafíos y expectativas actuales de los bancos españoles, pintaba una situación de partida nada halagüeña para la explotación de la licencia bancaria, si no fuera porque al inicio de su ponencia reconocía la presencia de una mejora de todas las magnitudes relevantes de las entidades participantes en el mercado. Mercado que, por otra parte, calificaba de muy competitivo. Reconocía cómo el actual entorno del negocio bancario se concentraba en tres elementos característicos: una economía en recuperación tras una crisis salvaje, un entorno de bajos tipos de interés como consecuencia de una política monetaria ultra expansiva y un sector que poco a poco se recupera del impacto de la crisis en sus balances, pero que debe hacer frente a una regulación y supervisión cada vez más exigente. Cierto es que el entorno es interesante. La recuperación económica en el tiempo se está reflejando en la existencia de proyectos empresariales y personales todavía inmaduros como para poder acceder a la financiación bancaria. A esto hay que añadir un entorno de progresivo desapalancamiento del sector privado y un lento e inexorable endeudamiento del sector público, que parece adorar las deudas como hipotecas del mañana, absorbiendo recursos financieros que pudieran precisar la actividad empresarial. El entorno de tipos de interés ultra bajos se sustenta en una política monetaria salvaje, que asume que la mejor manera de arreglar los problemas económicos es invadiendo el mercado de dinero, invasión que parece intentar cubrir los problemas estructurales con palas de billetes, tapando los agujeros con ellos. Por lo que se refiere a los balances, las entidades aún están absorbiendo el empacho inmobiliario y promotor, seguramente con activos aún sobrevalorados a la espera de que el mercado poco a poco se recupere y permita aportar algo de esperanza a través de una mejora del valor razonable, que para eso se incorporó al marco normativo contable. Dicho lo cual, parece interesante comprobar cómo este entorno ha supuesto un buen sistema de incentivos para que las entidades financieras hayan reestructurado su actividad, recuperando el tono de sus cuentas de resultados y la evolución de su patrimonio. Una breve revisión de las presentaciones de resultados de las seis principales entidades financieras –BBVA, Santander, Popular, Bankinter, Bankia y Sabadell– permite constatar la forma afortunada de digerir el entorno. Digestión que parece idéntica en todas ellas gracias a los bajativos de los ajustes contables y de la liberación de deterioros. Si bien nos hubiera gustado ponerlas en orden parece del todo imposible dado que se comportan como una sola entidad. En concreto, se puede apreciar cómo el margen de intereses -todas las entidades destacan el escenario adverso derivado de bajos tipos de interés- ha mantenido un tono razonable, con leves aumentos derivados de la reducción del coste de financiación. La labor de intermediación no parece verse afectada en este entorno de manera significativa, si bien los datos pueden explicar la lenta transmisión de la política monetaria en la mejora del sector económico. En este sentido, poco o nada deberían quejarse de este entorno de tipos, como tampoco lo hacemos nosotros por una sostenida reducción de nuestras cuotas de la hipoteca (sin suelo, por supuesto). Por su parte, el importante aumento de comisiones, algo generalizado y de las que no nos podremos escapar fácilmente los ahorradores (y los no ahorradores), deriva en una mejora generalizada del margen bruto, en el que se refleja de una manera clara la reducción o moderación de los gastos de gestión con variaciones por debajo de los ingresos. Es en el negocio de gestión de activos de clientes donde se evidencia una mejora sustancial de las cuentas de resultados, con un aumento de los ingresos al margen de la intermediación tradicional. Las entidades financieras encuentran un filón en este proceso de desintermediación, dedicando sus recursos a la gestión sin riesgo de los ahorros de los clientes a través de fondos de inversión y planes de pensiones. En todo ello se refleja un aumento de los recursos bancarios de los clientes, lo cual es un buen síntoma de recuperación del ahorro y, sobre todo, de la preocupación por nuestras futuras pensiones. El desapalancamiento del sector privado se refleja en los balances. Si bien se produce un leve aumento de la financiación del consumo y del crédito vivienda, las nuevas aportaciones no llegan a compensar la amortización del saldo vivo. En este ámbito, el negocio inmobiliario, la otra banca en la sombra, manifiesta una cierta recuperación. Y la mejora del mercado y la recuperación de precios ayudan a maquillar las cuentas de resultados, que todo suma. En todo este esquema la reducción de la morosidad resulta un verdadero bálsamo para las entidades, reduciendo sobremanera las dotaciones por deterioro de carteras. Ello deriva en una mejora respecto al año anterior de los resultados finales del periodo, consecuencia de la liberación de recursos, y ello pese a la presión legal de mayor control del riesgo y mayor supervisión bancaria. En este punto sí pueden encontrarse puntos discordantes. Bankia disminuye sus dotaciones gracias a la venta de carteras crediticias dudosas, con datos de morosidad aún elevados (11,4%). En cualquier caso, está en línea descendente y es inferior a los altos datos del Banco Popular, cuya morosidad es, nada más y nada menos, que del 13%. Algunas entidades mantienen datos de morosidad envidiables, y cual cuarentón en plena crisis de la mediana edad que inicia el reto del Maratón, han digerido las cenas de Navidad con gran fortuna. Es el caso de Bankinter, que presenta un dato de morosidad del 4,35% frente a un promedio del mercado del 10,95%. Al final, el aumento del beneficio, consecuencia de esta mezcla de ingredientes, se manifiesta en una leve mejora de la solvencia de las entidades, con aumentos de las ratios de capital, algo que contentará al supervisor bancario. Limitar su elevado apalancamiento nunca es mala noticia, sobre todo cuando eres demasiado grande para caer (bueno, el BBVA ya no. Se puede caer cuando quiera). No obstante, no creo que sea motivo para lanzar las campanas al vuelo y alabar en este año electoral (horribilis por otra parte) las mejoras de la economía y del sector financiero. Queda mucho por hacer en un entorno que se nos manifiesta preocupante, sobre todo para aquellas entidades más internacionalizadas. Banco Santander y BBVA reflejan las convulsiones de los tipos de cambio en los lugares donde concentran la mayor parte de su actividad. Europa no termina de recuperarse, apegada a un modelo de dudosa sostenibilidad en el largo plazo y China… ¿¡Qué decir de China!? Y el país más peligroso de todos porque nadie sabe lo que va a ocurrir: Brasil. Afectado principal, el Santander. Recuerden cómo reaccionó el mercado tras la presentación de los resultados de la entidad hasta septiembre. ¿La causa? Brasil. Situación igualmente preocupante es la del BBVA en Turquía, la gran apuesta internacional de Francisco González. Tras las últimas elecciones en las que Erdogán ha recuperado la mayoría absoluta, el país vive una situación de represión a todo aquél que se oponga al presidente que, por supuesto, hace y deshace a su antojo. En lo que quedará de España, si es que algo queda, aún nos falta encontrar un hueco en este mundo, mientras las entidades financieras lo encuentran en un entorno convulso. Rodrigo de Silos rodrigode@hispanidad.com