De nuevo los estudios Disney deciden que la protagonista de su nueva película sea una niña, en concreto Clara, la heroína del cuento de El Cascanueces y el rey de los ratones, que escribió E.T.A. Hoffmann en el año 1816. Un clásico, lleno de magia e imaginación, que se convirtió en ballet años más tarde con música del genial compositor Pyotr Illich Chaikovsky. La adaptación al cine es muy libre sobre la historia original, llevándola al terreno de las películas navideñas de la factoría de animación, que incluye un mensaje optimista sobre el valor de la familia.

La revisitación cinematográfica del clásico narra la aventura de una adolescente de 14 años, que tiene dificultades para recuperarse de la pérdida de su madre, y se embarca en una fantástica aventura que le lleva a reinos mágicos paralelos donde parece esconderse la llave que abrirá un maravilloso huevo que le dejó su progenitora.

Con un diseño de producción apabullante, lo más sobresaliente del apartado visual es una criatura espeluznante, el Rey de los ratones, creado completamente con efectos digitales y que está formado por 60.000 roedores. Pero lo que realmente es genial de esta película, porque logra transportarnos sonoramente al reino de la fantasía, es la banda del magnífico compositor James Howard, quien toma la música original del ballet de Cascanueces y le añade un toque moderno. En cuanto al reparto sobresale Keira Knightley, como el Hada de Azúcar, en un papel con claroscuros bastante divertido.

En su contra, tiene un desarrollo alambicado, que contiene elementos de Alicia en el País de las Maravillas y de Las Crónicas de Narnia, pero sin la profundidad de ésta última. Argumentalmente, resulta complicada de entender por menores de 10 años y posee una estética almibarada de cuento de hadas que agradará más a las niñas que a los varones, aunque una afirmación como esta, en los tiempos que corren, sea políticamente incorrecta.

Para: los que les gusten los cuentos de hadas