Según la OCDE, España será el territorio más envejecido del mundo en 2050, con un 40% de la población por encima de los 65 años. Si reflexionamos un poco, el dato es más que preocupante, aunque cualquier cosa vista con una antelación de treinta años pierde dramatismo.

Una cosa es incuestionable: vivimos más años y mejor. Es la tesis sobre la que Antonio Huertas, presidente de Mapfre, e Iñaki Ortega, director de Deusto Business School, han escrito ‘La revolución de las canas’ (editorial Planeta), un libro que, según José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, afronta “con realismo las oportunidades que supone el envejecimiento de la sociedad y los efectos que la ‘generación de las canas’ tendrá en nuestra economía”.

El 40% de la población española tendrá más de 65 años en 2050, según la OCDE

El texto es positivo y de fácil lectura, con datos interesantes, como el que hemos mencionado al principio. Como se pueden imaginar, no todas las cifras llevan al entusiasmo. Por ejemplo, si usted pertenece a la generación ‘Babyboomer’ (1965), tendría que ahorrar, a partir de 2020, unos 1.160 euros mensuales para cobrar una pensión vitalicia extra de 1.000 euros al mes. Una misión casi imposible y que desanima con solo leerla.

Lo cierto es que, para entonces, será casi imprescindible complementar la pensión pública con un plan privado para mantener un nivel de ingresos más o menos razonable. Nadie pone en cuestión que el sistema público seguirá en pie. Cosa bien distinta es la cuantía de esas pensiones, que será menor. Por eso, desde el sector asegurador llevan mucho tiempo insistiendo en la necesidad de contratar planes de pensiones privados. El problema es que nadie quiere comprarlos, por varias razones.

El sector asegurador lleva tiempo insistiendo en la necesidad de contratar planes de pensiones privados, pero nadie quiere comprarlos

La primera, porque son muy poco atractivos fiscalmente. La segunda, porque, tras la crisis, el español medio desconfía mucho de los mercados financieros y esa desconfianza repercute en los fondos de pensiones. Entonces, ¿Qué hacemos? La solución estaría en los planes de pensiones empresariales o colectivos, que consisten, a grandes rasgos, en ‘apartar’ cierta cantidad del salario para destinarlo al fondo -normalmente, la empresa aporta otra cantidad adicional-. Si el empleado se marcha a otra empresa, no pasa nada, porque se lleva el plan a la nueva compañía. El modelo triunfa. El problema es que en España no existe. Hubo planes colectivos en banca, energía, en Telefónica… pero se han ido desmontando.

En definitiva, miren hacia la jubilación con optimismo y buen humor, pero con la calculadora en la mano. Les hará falta.