No entro en si las medidas adoptadas son buenas o malas, digo que no son, que no están siendo, que constituyen una burla a los necesitados a quienes iban dirigidas… presuntamente.

Recuerden, con pompa y boato, que los dos amigos de los pobres, el dúo Picapiedra, esto es, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, lanzaron el eslogan -en eso son maestros-, de que “nadie quede atrás”. Copiado de los marines norteamericanos, de acuerdo, pero el asunto funcionó.

Sánchez habló de la mayor movilización (¿Qué es exactamente movilizar?) de fondos de la historia de España. Iglesias habló del ingreso mínimo vital (IMV) y de no criminalizar la pobreza, porque ahora, no como en 2008, sí existe un Gobierno que se preocupa de los más vulnerables.

Pues bien, a día de hoy, ni el 20% de los peticionarios del IMV han accedido al mismo y en el Ministerio de Seguridad Social aseguran que no sería de extrañar que de los 800.000 IMV que se esperaban no se alcanzaran ni la mitad de beneficiarios. O la aplicación de las normas ha cambiado o Iglesias y Escrivá  mintieron en mayo.

A los autónomos se les está empezando a reclamar los créditos ICO… aunque a algunos de ellos todavía no han podido reabrir sus negocios.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, quiere retirar los Ertes, la gran solución del Gobierno ante la necesidad de despedir trabajadores, a los sectores que más lo necesitan: hostelería, por ejemplo. Claro, es que ahora han venido los contables y le han dicho que el Estado no puede permitirse pagar cerca de 5.000 millones de euros mensuales.

Y así con todo. Insisto: no es que las medidas del Gobierno socio-podemita sean buenas o malas, es que son un bluf, una milonga enorme.