Nueva jugada feminista: en un colegio de Barcelona han revisado el catálogo de la biblioteca, donde han vetado hasta 200 cuentos por “sexistas”. Las historias, entre las que se encuentran Caperucita Roja o La bella durmiente, no han pasado el corte que los considera “libros tóxicos” que no fomentan “el espíritu igualitario”. Así, optan por la censura, en lugar de impulsar el espíritu crítico. A menos de dos semanas, tiemblan los puestos del Día del Libro; sexistas todos.

Y es que las versiones de cuentos escritos, por ejemplo, en 1697 -Caperucita Roja, por Charles Perrault-, son demasiado para el mundo políticamente correcto, que no es capaz de leer las tramas teniendo en cuenta el contexto en el que se escribieron. Todavía no han publicado el informe de los resultados, pero se puede inferir que la cosa no va a quedarse aquí. Porque, por esa regla de tres, Miguel de Cervantes no se salva. Un ejemplo: la pobre Dulcinea no es más que el objeto de deseo del protagonista. Y al igual que él, caen Shakespeare, Mark Twain, El cantar de mío Cid, Hansel y Gretel… y cualquier otro clásico que se les ocurra.

Mejor deshacerse de los libros que dejarlos en las estanterías y fomentar el espíritu crítico

Y prepárense, porque al igual que censuran, exigen un leguaje incorrecto e inclusivo. Ya lo utilizan los del PSOE, y la verdad es que sus ruedas de prensa se hacen eternas. Tardan más en saludar y despedirse que en decir lo que han venido a contar… Después del “espero que ustedes, vosotras y vosotros, y ustedes, ellos y ellas, pasen un buen día” de la ministra Celaá, más nos vale mentalizarnos para leer la nueva edición, que seguro tienen en mente, de El Quijote con frases como: “Aún entre los demonios, las demonias y les demonies hay unos peores que otros, otras y otres, y entre muchos malos hombres, malas mujeres y males personas suele haber alguno bueno, alguna buena y algune buene”. Mucho ánimo, lectores, que lo van a necesitar.

En fin, bienvenidos a la sociedad políticamente correcta de Fahrenheit 451, la historia donde el trabajo de los bomberos es quemar textos que son causa de discordia y sufrimiento. Mejor deshacerse de los libros, que dejarlos en las estanterías... no vaya a ser que, después, le dé a la gente por pensar.