El inefable comunista prochino Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tardó unas pocas horas en aprovechar el traspiés de los laboratorios británicos AstraZeneca en su trabajo para obtener una vacuna contra el coronavirus para ahondar en su trabajo de desmoralización social: chicos, no habrá vacuna hasta 2022.

En la lucha actual entre epidemiólogos -cuando no meros charlatanes- y virólogos -que son mucho más serios aunque por ahora han fracasado ante este virus-, la OMS representa a los primeros. Don Tedros está empeñado en mentirnos sobre el origen del bicho y, sobre todo, en fomentar el pesimismo y la desesperación en todo el orbe. ¡Perded toda esperanza, muchachos! Ha venido a decir. Ni en 2020 ni en 2021: la vacuna, como poco, no estará lista sino en 2022. Nadie sabe cómo han llegado a esa conclusión, naturalmente, y, además, les importa un pimiento. Lo que quieren sencillamente, es sembrar desesperanza… una vez que han conseguido forjar una humanidad desquiciada por el miedo a la muerte.

No creo que Tedros Adhanom sea un idiota: creo que es un miserable

Pues mire usted, amigo Tedros, si seguimos viviendo en este caldo de histeria hasta el 2022, para entonces la humanidad se habrá vuelto loca. A lo mejor es lo que usted pretende, porque la OMS se ha convertido en el principal y más eficaz agente del Nuevo Orden Mundial (NOM) que ya sabemos que se distingue por odiar a la humanidad.

Ojo, por mera voluntad no se puede acelerar la puesta en marcha de una terapia pero lo que sí se puede hacer es reducir el grado de neurosis colectiva. Insisto: no es para tanto. Sí, hablo del coronavirus y hablo desde el país cuyas autoridades, el amigo Sánchez, otro alfil del NOM, peor ha afrontado la pandemia… y que más muertos entre ha provocado entre los españoles, más que cualquier otro mandatario.

Si hay que esperar a 2022 como si hay que espera a 2030. Se puede hacer porque el coronavirus no es el peor reto al que nos enfrentamos y podemos convivir con él. La obsesión de don Tedros por desesperarnos no puede ser casual. Entre otras cosas porque en su favor tengo que decir, que no creo que sea un idiota. Creo que es un miserable.