• Faustina y Margarita María Alacoque merodean por los mismos caminos.
  • Karol Wojtyla contaba 11 años cuando se produjo esta revelación.
  • Y en sus ratos libres se hizo miembro de Rosario Viviente.
  • En medio de la guerra se va a convertir en el hombre que renueve la libertad en el mundo.

"El 22 de febrero de 1931, estando en mi celda, vi al señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano elevada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. Después de un momento, él me dijo: "Pinta una imagen según el modelo que ves y firma: 'Jesús en ti confío'. Deseo que esa imagen sea venerada primero en la capilla y luego en el mundo entero. Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi gloria". Lo cuenta Santa Faustina Kowalska y, desde luego, la imagen se encuentra en todo el mundo. Yo mismo me la he encontrado en templos, oratorios y lugares inesperados. La confunden algunos con la imagen del Sagrado Corazón, pero no es la misma, aunque ambas videntes -Faustina y Margarita María Alacoque- merodean por los mismos caminos: la confianza en Dios. Karol Wojtyla contaba 11 años cuando se produjo esta revelación. Siempre fue un defensor de los judíos y en la Polonia de ese tiempo el antisemitismo cundía. Pero lo peor, claro, estaba por llegar. En la II Guerra Mundial que, tal y como Chesterton había predicho, comenzaría cuando los prusianos jugaran con la frontera polaca, murieron 6 de los 35 millones de polacos. Karol Wojtyla no perdió el tiempo: trabajó en una cantera para alimentar a su padre anciano, participó en el teatro polaco clandestino, algo que, a la Gestapo le sacaba de quicio, porque pretendía, sencillamente, aniquilar Polonia. Y en sus ratos libres, se hizo miembro de Rosario Viviente, una iniciativa creada por un sastre, Jan Tyranowsky, que se convertiría en la mejor escuela teológica de Juan Pablo II. Grupos de jóvenes, en la clandestinidad, forjaban su vida interior. Más tarde explicaría que el modo de vivir -el mejor predicador es 'Fray Ejemplo'- de aquel artesano le hizo comprender que el secreto de la felicidad consiste en olvidarse de toda seguridad en sí mismo y en los medios del mundo, para abandonarse en Dios, fiado de su misericordia. Entonces el miedo desaparece, también el miedo a la muerte. En medio de la guerra, de la represión más sangrienta, con un tercio de todo el clero polaco asesinado, especialmente en el terrible campo de exterminio de Dachau (Munich), con el claustro de la Universidad Jagelloniana, la más famosa de Polonia. Masacrada por las SS y con toda la cúpula militar polaca (más de 10.000 oficiales), asesinados por los soviéticos en los bosques de Katyn, Wojtyla va a forjar su entrada en el seminario -naturalmente clandestino- y se va a convertir en el hombre que renueve la libertad en el mundo. Sabía cómo combatir a los nazis y a los comunistas. Mismamente, con la imagen de la Divina Misericordia, la clave para entender el pensamiento de Karol Wojtyla, el hombre que marcaría el siglo XXI.

 

Kowalska-Wojtyla (V). La contabilidad de Dios

 

  • El diario de Santa Faustina insiste: "Yo no premio por el éxito en el trabajo sino por el sufrimiento".
  • Durante la ocupación nazi de Polonia Juan Pablo II se imbuyó de la mentalidad carmelita
  • Toda la filosofía de Juan Pablo II parte de esa idea que llevó a combatir el mal con la sola fuerza de la palabra
  • Benedicto XVI elevaría a cruzada personal ese realismo aristotélico, porque lo cierto es que el relativismo ha vuelto loco al hombre actual.

"Antes de venir como el juez justo vengo como el Rey de la Misericordia. Antes de que llegue el día de la Justicia les será dado a los hombres este signo en el Cielo. Se apagará toda luz en el Cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces, en el Cielo aparecerá el signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del Salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminarán la tierra. Eso sucederá poco antes del último día". Siempre me ha sorprendido el silencio y la falta de interpretación de las personas que han 'sufrido' cualquier revelación sobre el fin del mundo es decir, sobre la segunda venida del Salvador. Lo trasmiten y callan. En paralelo, opera la curiosa contabilidad del Padre Eterno quien, al parecer, discrepa abiertamente de un concepto clave de la modernidad: la eficiencia: "Yo no recompenso por el resultado positivo, sino por la paciencia y el trabajo emprendido por mí". Sinceramente, ninguna escuela de negocios admitiría tal principio. Por si no había quedado claro, el diario de Santa Faustina insiste: "Yo no premio por el éxito en el trabajo sino por el sufrimiento". Una afirmación de Cristo a Faustina Kowalska que rompe todas las ponderaciones humanas, profesionales, sociales y políticas. Al parecer, los cristianos debemos empezar a pensar de forma bien distinta. Y todo esto nos lleva a la descripción misma del cristianismo: de derrota en derrota en derrota hasta la victoria final. Pero ojo, la victoria está al final y, encima, cuando crees ganar, resulta que has perdido... y viceversa. Durante la ocupación nazi de Polonia Juan Pablo II se imbuyó de la mentalidad carmelita, que no es otra cosa que la contabilidad a lo divino: el esfuerzo no se mide por el éxito sino por el propio esfuerzo y por la rectitud de intención en la entrega a los planes divinos. Terminada la contienda mundial, con una Polonia que había pasado del paganismo nazi al antiteísmo rojo, Karol Wojtyla se empeña en su batalla cultural, convicciones cristianas frente a los misiles soviéticos. Y así, mientras Stalin imponía en Varsovia el gobierno títere de Wladislaw Gomulka, un veterano comunista que se había librado del fusilamiento de más de 5.000 miembros, considerados 'lapsi', del Partido Comunista Polanco (KPP) por parte de los soviéticos, gracias al honor de haber sido detenido por su propio gobierno, Wojtyla aprendía español con ayuda de un diccionario y con un objetivo que consideraba prioritario: leer a los místicos carmelitas, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, en su idioma original. Hay gente 'pa tó'. Toda la filosofía de Juan Pablo II, la que expresaría como Papa de Roma, parte de esa idea que llevó a combatir el mal con la sola fuerza de la palabra y de la gracia que Dios otorga a quienes creen en él, proporcionado un significado tangible a la difusa idea de no violencia que corría por el mundo. Con ella derribó el comunismo, sin disparar un solo tiro y sin otras manifestaciones que las oraciones de los millones de personas que rezaba con sus palabras. El mundo -y hasta El Mundo de Pedro J. Ramírez- pensaban que un polaco no podría derribar la tiranía más extensa que nunca comenzó la historia. Pero Dios premia el esfuerzo, no la estrategia, la confianza en él, no los medios militares, políticos o económicos para conseguirlo: y lo hizo. La otra idea central del pontificado juanpaulino es el realismo, un camino tomista que nos devuelve al mundo a la realidad. El realismo viene a decir que una mesa es una mesa, y no una silla ni un tiburón. Era la respuesta cristiana ante el vértigo mortal creado por el relativismo del siglo XX, que reza así: "Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira". Su sucesor en la silla de Pedro, Benedicto XVI, elevaría a cruzada personal ese realismo aristotélico, porque lo cierto es que el relativismo ha vuelto loco al hombre actual, quien ya duda hasta de su propia existencia. Con ese bagaje intelectual Wojtyla cursa sus estudios eclesiásticos en el seminario clandestino de Cracovia y en 1946, ya en la era comunista polaca, es ordenado sacerdote por el cardenal Sapieha. Había terminado su periodo de formación, esquivando la muerte a manos de nazis primero y de comunistas. Ahora tocaba devolver al mundo lo aprendido.

 

Kowalska-Wojtyla (VI). Hombre y mujer: recíproca sumisión

 

  • Santa Faustina habla mucho de confesión.
  • Tras volver de Roma y previo paso por la ciudadela de Ars, Lolek comienza a encerrarse en el confesionario.
  • Wojtyla recoge el patrimonio de Kowalska y lo lleva a la práctica.
  • Lolek reunía las familias en la Iglesia para formar a padres e hijos, en común.
  • se dirigía a los matrimonios con una fórmula revolucionaria: ni el hombre debe someter a la mujer ni la mujer al hombre.

"Al sentir durante la confesión la incertidumbre del confesor, no descubro mi alma a fondo sino que solamente me acuso de mis pecados. Si el sacerdote mismo no tiene serenidad no la da a otras almas". En su diario, Santa Faustina habla mucho de confesión. En sus revelaciones, Cristo le ordena obediencia al confesor incluso cuando sus indicaciones contradicen las directrices recibidas en las propias revelaciones del Salvador. No soy sacerdote pero siempre he sentido que si el penitente lo pasa mal al humillarse ante un hombre (que es la única humillación posible, humillarse ante Dios es fácil salvo para aquellos en que la soberbia se ha convertido en patología psíquica, en neurosis) para el confesor debe ser un auténtica tortura. Es él quien debe explicar, con todo cariño, al penitente sus fallos y, sobre todo, el fallo de sus fallos, que siempre es el orgullo, ése que sólo muere 24 horas después de fallecido el sujeto, a veces 48. Tras volver de Roma y previo paso por la ciudadela de Ars, sede de uno de los mejores confesores de todos los tiempos, Lolek comienza a encerrarse en el confesionario. Si algo distingue el cristianismo del siglo XXI es que no disminuye mucho el número de comulgantes pero sí el de confesantes. ¿Eucaristía sin penitencia? Curiosa ecuación. En las 'garitas' rurales de la Polonia comunista se va a forjar el conocimiento del alma humana de la que va disponer el futuro autor de la teología social y de la teología del cuerpo, dos de las espadas de su papado. Pero, sobre todo, Wojtyla recoge el patrimonio de Kowalska y lo lleva a la práctica. Ese carácter consistía en lo que el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá, resumiría como "ahogar el mal en abundancia de bien". Me explico, ambos, la santa y el próximo beato, renunciaban a la crítica sobre la labor ajena, que puede ser noble pero casi siempre infructuosa, para actuar en positivo. Lolek no era partidario de grandes discursos para denunciar la ruptura de la familia -verdadera obsesión de los comunistas- que ejercitaba el Régimen comunista polaco y que, consistía, principalmente, en separar a los niños de los padres e intentar, a través de los colegios y de las organizaciones juveniles del Régimen fomentar las relaciones sexuales tempranas y la falta de formación catequética. Sencillamente, reunía las familias en la Iglesia para formar a padres e hijos, en común. Nadie podía denunciar que Wojtyla estuviera creando organizaciones juveniles ilegales, y él aprovechaba para formar a los hijos en presencia de los padres y que el compromiso con Dios abarcara a toda la familia. Con los universitarios aprovechaba sacramentos y homilías para explicar a los novios que "amar es lo contrario de utilizar" y que el apetito sexual es un don de Dios que debe ejercitarse pensando siempre que al otro lado de la relación sexual hay un "ser humano que no desea que le hagan daño, alguien a quien uno debe amar… si respetamos que el deseo forma parte del amor, no violaremos el amor". Adentrándose a lo que sería la revolución feminista, una de las revoluciones que más amargura han causado en el mundo, Lolek se dirigía a los matrimonios con una fórmula revolucionaria: ni el hombre debe someter a la mujer ni la mujer al hombre, pero la conclusión de ese silogismo no es que ambos mantengan una veleidosa independencia respecto al otro sino justamente la contraria. La clave de la relación entre hombre y mujer en el matrimonio es "sumisión recíproca". Al parecer fueron muchos los novios y los cónyuges que, con estos planteamientos, tan antiguos que resultaban nuevos, volvieron a ilusionarse con formar una familia o reformar la que ya tenían. El matrimonio se convertía en una aventura apasionante, sólo acta para héroes y poetas, es decir para todo el mundo.