Ahora que está tan de moda el diálogo -naturalmente desconozco las razones- asegura el Papa Francisco -ángelus del pasado domingo 1- que “Dios no dialoga con el diablo”. El pontífice comentaba el Evangelio del domingo donde Cristo permite ser tentado por el diablo, a fin de asumir todas las condiciones del ser humano.

Y así es: Cristo se niega a negociar con la tentación, algo que hoy hubiera sido considerado un gesto de lo más antidemocrático: un fascista que se niega a dialogar.

El diálogo sólo es posible cuando dos personas tienen principios comunes e intereses distintos. Pero cuando los principios de ambas partes son opuestos, lo que se debe imponer no es el diálogo, sino la coherencia. Porque si se cede en los principios no se está siendo tolerante, se está siendo un incoherente… un traidor.

Con la tentación no se dialoga, aunque resulte lo más democrático. Y en otras cuestiones… pues tampoco se dialoga.