• Cuando España estaba volcada en el salvamento de la América aborigen (pues de eso se trataba) éramos menos catetos.
  • Y ni nos planteábamos el guerracivilismo.
  • La aventura hispanoamericana nos alejó del cainismo propio de la España de hoy.
  • La pregunta es: ¿en qué cree el español del siglo XXI?
  • España siempre fue la 'tierra de María'? ¿Lo sigue siendo hoy?
No se enfaden los lectores mexicanos de Hispanidad, que tanto amor profesan a la Virgen de Guadalupe pero la Virgen del Pilar continúa siendo patrona de la Aragón, de España y de toda la Hispanidad (bueno y de la Guardia Civil). Así, en la Basílica de Zaragoza, figuran las banderas de Iberoamérica, o sea, no las banderas de la tontuna de 'Latinoamérica', sino de los países de la antigua Hispanidad política… que no hablan latín sino español y portugués. No caigamos en lo de aquella anciana de un pequeño pueblo de Guadalajara. En su lecho de muerte, un sacerdote le confortaba de la siguiente manera: -Y cuando llegues al Cielo verás a la Virgen a quien tanto quieres. A lo que la anciana respondió: -Sí, pero la Virgen de mi pueblo. O sea, nada de vírgenes foráneas ni falsificaciones de ningún tipo. La Madre de Dios es la misma, bajo mil advocaciones distintas. Conviene no confundir. Pero sí, la Virgen del Pilar es también la patrona de la Hispanidad y es lógico que así sea. Porque al ser la patrona de España, con visita al Apóstol Santiago a orillas del Ebro en carne mortal, dio a España el sobrenombre de Tierra de María. Y también porque, así, entre nosotros, lo mejor que ha hecho de España en toda su historia ha sido la aventura de Hispanoamérica, sin duda la mejor colonización de pueblos indígenas que vieron los tiempos (y eso que no se puede hablar de colonias). Era cuando los españoles no nos dedicábamos a mirarnos el ombligo. Entonces hacíamos cosas grandes. Claro que, en aquel tiempo, no habían nacido ni Rajoy, ni Sánchez, ni Iglesias, ni Rivera. No es lo mismo. Entonces había un pueblo, y unos gobernantes, con Isabel de Castilla como abanderada, que creían en la posibilidad de evangelizar un continente, o el mundo entero si se les ponía delante. No pretendían explotar lo descubierto sino elevar al descubierto. Y lo hacían cuatro pelagatos bajo el estandarte de Santa María. Éramos "este pueblo que te adora, de tu amor, favor implora, y te aclama y te bendice agarrado a tu pilar… y a la victoria nos llevarás". Por eso, éramos grandes, porque, a pesar de nuestras salvajadas, amábamos a María, amor exigente y recio, que nos exigía darnos al otro, en una aventura exterior que nos alejaba de la crueldad guerracivilista y del cainismo propio de la España de hoy. Y también porque teníamos unos principios en los que creíamos. Ahora, ¿en qué cree el español? ¿En prejubilarse cuanto antes? Pero todo puede cambiar. El futuro no es un niño en las rodillas de los dioses: el futuro es la historia de nuestra libertad. Eulogio López eulogio@hispanidad.com