España solo deja de ser católica para ser anticatólica. No sé si es buena esa ausencia de término medio pero, al menos, demuestra que, en este país, a Cristo se le toma en serio: para amarlo o para odiarlo. Por cierto, destruir a la Iglesia es difícil: ni los cardenales lo han conseguido. De hecho, a la Iglesia no se la puede eliminar, aunque sí neutralizar su labor evangelizadora. Sobre todo, desde dentro.

Ahora bien, dicho esto, hombre, sorprende y asombra el estruendoso silencio de los obispos españoles, pastores encargados de proteger, defender y alentar a las ovejas. Hemos pasado de un siglo XX en el que alguna de las ovejitas le arreaba dentelladas al buen pastor mientras éste la devolvía el redil (la imagen no es mía, sino de Benedicto XVI) a un siglo XXI donde los obispos, al menos los obispos españoles, mantienen un estruendoso silencio, silencio que no parece muy corajudo a la vista de la que está cayendo: la mayor crisis de la historia de la Iglesia, sin duda alguna. Ahora son los fieles los que piden a los pastores que intervengan y solo obtienen ruido con sordina, más bien poco edificante.

Incluso se intenta acallar a los pocos curas que hablan, no vayan a romper la concordia nacional

Y es que los obispos tienen miedo a un Gobierno cristófobo, como el de Pedro Sánchez, que les quite la asignación tributaria o les fría a impuestos. Pues entonces, si la persecución tiene que llegar y creo que va a llegar, que persiga a una Iglesia pobre, libre y fiel.

En un periodo de confusión manifiesta resulta que la jerarquía calla, incluso intenta acallar a los pocos que hablan, no vayan a romper la concordia. En España, aquí y ahora, tras un gobierno tibio, el de Mariano Rajoy, ante el que callaban los obispos, le sucede un Gobierno cristófobo, ante los que los obispos hablan de entendimiento.

Los obispos españoles tampoco profieren animaladas ni herejías. Simplemente, viven a cero grados: ni frío ni calor

Se disparan los sacrilegios y las profanaciones eucarísticas, las vocaciones siguen en caída libre, los principios cristianos sencillamente desaparecen. Vivimos una especie de paganismo renacido, un materialismo práctico donde una minoría arremete contra Cristo y una mayoría no sabe quién es Cristo. Hablo de España, pero me temo que el análisis resulta extrapolable. Y en el entretanto, los obispos españoles callan.

La imagen recuerda a aquel obispo condenado en el infierno amordazado porque, en vida, no habló cuando debía hacerlo. Y ya se sabe que seremos castigados en los órganos con los que más hayamos pecado (se ruega no facilitar imágenes facilonas y/o morbosas al respecto).

Eso sí, los obispos españoles tampoco profieren animaladas ni herejías. Simplemente, viven a cero grados: ni frío ni calor.