La pasada madrugada, del martes 12 al miércoles 13 en España, la Cámara de Representantes norteamericana impelía al vicepresidente Mike Pence -uno de los pocos políticos valiosos que quedan en Occidente- a cesar a Donald Trump. Y todo esto, insistimos, a una semana de coronar presidente al católico abortero Joe Biden. Porque no se trata de vencer sino de destruir al adversario.

El progresismo ha conseguido que el católico que muestre coherencia en la vida pública se convierta en un ultra, en un loco… o en ambas cosas

Pence les ha mandado a hacer gárgaras y ahora los demócratas de Biden y Pelosi, las dos marionetas de lo políticamente correcto, iniciarán el Impeachment… ¡a siete días de que Trump se marcha a casa! No se puede ir, hay que destituirle, destruirle y, si fuera posible, fusilarle. Bueno, y para unir al país.

¿Por qué? Porque Trump es cristiano coherente y Biden es un católico incoherente. Sí, aunque el nuevo presidente acuda a misa los domingos, es el presidente saliente quien se ha mostrado coherente con sus principios cristianos. Y ya lo saben: para el Nuevo Orden, si alguien se muestra coherente como católico… o bien es un ultra o bien es un loco.

Insisto: se trata de acabar con el trumpismo, no con Trump, porque frenó a lo políticamente correcto durante cuatro años

Insisto: se trata de acabar con el trumpismo, no con Trump, porque frenó a lo políticamente correcto durante cuatro años. Pero para acabar con el Trumpismo, ideario cristiano, conviene fusilar a Trump. Y todo lo demás, es la gran mentira progresista, cuyo credo continúa resumiéndose así: abajo los curas y arriba las faldas. Bueno, los curas progres no, esos son… de los nuestros.

Donald Trump asegura que estamos ante “la mayor caza de brujas de la historia”. No le falta razón.