• Es como si para salvar a Izpisua eliminaran a otros diez Juan Carlos y luego los desecharan.
  • Esto más que 'reservas éticas', como asegura César Nombela, merece condena de homicidio programado.
  • Y como siempre, además de inmoral, la utilización de embriones como cobayas de laboratorios termina en fraude y bulo.
Juan Carlos Izpisua (en la imagen) ha vuelto a participar en un descubrimiento científico enorme, del mundo mundial, que el diario ABC (monarquía, Iglesia y minifalda) titula así: "Borran por primera vez una enfermedad hereditaria de un embrión humano". A mí, en cuanto me hablan de embriones humanos como si fueran larvas me recuerda aquella genialidad de Benedicto XVI, cuando cerró la controversia sobre la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio de manera rauda, con la siguiente crónica de cuatro palabras: "Dios ama al embrión" o al Papa Francisco, cuando aseguraba que "ningún fin justifica la destrucción de embriones humanos". Quería decir con ello que el embrión es una persona, un individuo de la raza humana, con identidad genética propia y al que, si se le da tiempo, si no se le fastidia, se convierte en un ser humano. Al final, el asunto consiste en eliminar una cardiopatía. Y significa haber hecho pruebas con decenas embriones, salidos de las decenas de embriones "sobrantes" (¿sobran las personas?) de la fecundación in vitro, que deja entre abortos selectivos e introducción en nevera. En plata, el gran descubrimiento de Izpisua y compañía pasa por cargarse muchos embriones humanos, muchos seres humanos. Al final de lo que estamos hablando es de esto: "Las parejas que no quieren trasmitir una enfermedad hereditaria a sus hijos pueden evitarlo con un tratamiento de 'fecundación in vitro'. Se hace una biopsia a los embriones y se implantan solo los que están sanos en la futura madre: el resto se desecha, aunque podrían ser viables". Como es la burra, la reconocen ellos solitos. Ya saben, como si para salva, a un Izpisua fabricáramos 10 Juan Carlos a los que luego eliminamos por innecesarios o no capacitados. En el fondo, lo que el científico soberbio no soporta es la debilidad. Quiero decir, al débil. El ABC, derecha democrática y minifaldera, ha puesto por supuesto, como hombre moderno que es, a Izpisua, aunque esté cometiendo cualquier tontuna 'ética', salen en defensa de su obra: "Estamos absolutamente en contra de los bebés a la carta asegura el representante del grupo Mitalipov (no es coña: se llama así) pero si para curar la enfermedad de uno tenemos que cargarnos a 10, pues lo hacemos… por motivos de salud. Y como el ABC es un diario moderado e imparcial, siempre dispuesto a otorgar cinco minutos a los nazis y otros cinco a los judíos, en la parte inferior derecha de las dos páginas, aparece el discrepante, tampoco mucho, de nombre César Nombela, catedrático de microbiología y experto en bioética. Ojo al ato: "El grupo Mitalipov da un paso no exento de reservas éticas". César, campeón, cargarse seres humanos en serie no es edición genética sino edición gene-homicida. A lo mejor estamos ante algo más que "reservas". Y como siempre, además de inmoral, la utilización de embriones como cobayas de laboratorios termina en fraude y bulo. Entiéndase: quiero decir que ni los que los han hecho pueden asegurar que la técnica funcione, que se logre evitar la enfermedad hereditaria que según ellos justifica la matanza de embriones. Recuerden que Ipzisua y el inefable exministro de Zapatero, Bernat Soria, comenzaron a utilizar embriones como cobayas de laboratorio prometiéndonos que, por ejemplo, iban a curar la diabetes en un santiamén. Eliminaron los embriones pero no han curado ni un resfriado en los cuatro centros que el muy inefable Zapatero puso a su disposición en España. Y es que lo inmoral suele acabar en eso: en estafa y bulo. Algo más que reservas éticas. Eulogio López eulogio@hispanidad.com