La cuestión de fondo la ha explicado el historiador Javier Paredes en otro de sus espléndidos artículos que publica en Hispanidad: sí, es verdad que el sanchismo nos ha devuelto al guerracivilismo pero, encima, el problema añadido consiste en que ahora la fe cristiana, que fue lo que se rebeló contra las matanzas republicanas, ya no es la que era, ni entre el clero ni entre los españoles.

En cualquier caso, ahora mismo lo que llegan son los fondos europeos, el maná de Bruselas, que según Pedro Sánchez, va a solucionar todos nuestros problemas. Bueno, no sé si los va a solucionar, pero, al menos, a él le mantendrán en Moncloa un rato más.

Los fondos empiezan a llegar, con retraso y cuentagotas, pero ya llegan. El problema es cómo se van a recibir. Porque mucho me temo que esos fondos contribuirán a fomentar -que no a crear, dan para tanto- esa “España subvencionada” de la que hablaba José María Aznar… lo que demuestra que también Aznar dice cosas interesantes, de vez en cuando. 

El 18 de julio de 1936 la clase media dio un golpe de Estado porque le estaban matando pero también porque quería mantener un modelo de vida. Ahora sólo quiere salvaguardar su pensión

En definitiva, que los fondos europeos llegan para repartir subvenciones, no para industrializar España.    

Las dos figuras principales del Gobierno, Nadia Calviño y Yolanda Díaz –Pedro Sánchez se dedica a contemplarse al espejo y decir aquello de “¡Mecachis, qué guapo soy!”- se odian pero coinciden en algo: ambas quieren acabar con la clase media española. La una, condenándola a la miseria; la otra, al fusilamiento colectivo.

Sí, acabar con la desaparecida clase media española, esa que pretendía mantener las virtudes cristianas sin el soporte de las creencias. Lo pretendía antes y algo era algo: ahora simplemente huye en todas direcciones como gallinas mojadas.

El 18 de julio de 1936 esa clase media dio un golpe de Estado porque le estaban matando pero también porque le estaban robando. No sólo quería mantener su vida, por la que se sentía agradecida, quería también mantener su modelo de vida.

La desaparecida clase media española mantenía las virtudes cristianas sin el soporte de las creencias. Ahora, simplemente huye como gallinas mojadas

Ahora se enfrenta a algo muy parecido pero prefiere engañarse a sí misma. Le quieren arrebatar la propiedad, con un mega-Estado rodeado de mega-corporaciones privadas, viviendo, no de sus esfuerzos, algo digno, sino de la mendicante subvención pública.

Los fondos europeos no van a servir para industrializar España, van a servir para continuar repartiendo subvenciones, naturalmente a quien a Calviño y a Díaz les convenga. Si Nadia Calviño considera que eso se consigue  con impuestos expropiatorios y Yolanda Díaz con expropiaciones forzosas es lo de menos, el objetivo de ambas, a pesar de sus recelos mutuos, es el mismo. De hecho, sus recelos no suponen otra cosa que lucha de poder y de egos.

Pero el problema no está en el verdugo sino en las víctimas. La clase media española ya sólo quiere salvaguardar su pensión para una vejez, que no una vida, larga, que los médicos no nos han alargado la vida sino la vejez.

Antes, esa clase media española era mucho más romántica, ergo mucho más práctica, eficiente y alegre: mantenía la creencia, infantil y poderosa, de que la infancia, por tanto la vida entera, “no sólo era un mundo de milagros, sino un mundo milagroso”.  O si lo traducimos a modo de vida: consideraba que el que no trabajaba no tenía derecho a comer y consideraba que la solidaridad sin justicia generaba muchas injusticias y mucho aprovechado.

El Juan Español de ahora mismo tiene poco que ver con esto. Y eso resulta más grave porque sucede lo mismo que en los equipos de fútbol que marchan mal: se puede sustituir al entrenador, que es uno, pero no a los jugadores, que son muchos… y suelen ser los verdaderos culpables.