El vehículo eléctrico enfila a la industria del motor a la tormenta perfecta y Sánchez, para los fabricantes, no ha estado a la altura.
La alianza entre Ford y Volkswagen anunciada esta semana en Detroit (EEUU), aunque muy limitada, adelanta una tendencia previsible en el sector del automóvil para unir fuerzas y afrontar un horizonte complejo de narices. Todo se ha conjurado para que el vehículo eléctrico sea el gran protagonista del futuro, lo que obliga a grandes inversiones, al tiempo que se avecina una tormenta perfecta en la industria del motor, marcada por las regulaciones y los ritmos de adaptación.
Ese es el panorama, en líneas gruesas, que dibuja el último informe global sobre el sector de KMPG, presentado esta semana en España. La consultora abre una serie de interrogantes, que afectan a varios puntos -marcas, tecnologías, rentabilidad- aunque en Europa no exista todavía una política definida al respecto, a diferencia de otras regiones como Asia o EEUU, y de esa política dependerá el resto.
China parece optar por la movilidad eléctrica, mientras EEUU lo hace por los motores de combustión interna. La regulación, en cualquier caso, será una clave determinante en el comportamiento futuro de la industria, asegura KPMG. Paradójicamente, en España, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se ha adelantado a la UE con un calendario de prohibiciones, cuando Bruselas sólo ha abierto un debate, sin fijar una posición concreta.
Ford y Volkswagen contestan a los retos del automóvil con una alianza, aunque muy limitada. Habrá más
Es uno de los motivos, como ya explicamos, por los que Iván Redondo, el director de Gabinete de Pedro Sánchez, se ha enfrentado a Teresa Ribera. El gurú del presidente sostiene que las metas adelantadas por la ministra, como su guerra contra el diésel, han sido un error -y más en año electoral- que puede penalizar en las urnas al PSOE, o sea al tambaleante Sánchez (en la imagen, durante su visita, en octubre, a la planta de Renault en Valladolid).
Forma parte, en fin del frente en el que nos encontramos, en el que se junta el hambre con las ganas de comer: la confusión en los compradores y el cabreo de los fabricantes por los tiempos. La punta de ese iceberg, con todo, llega desde Baleares.
La presidenta socialista de dicha comunidad, Francina Armengol -más talibán todavía que Ribera-, tramita un proyecto de ley de Cambio Climático y Transición de Baleares, que ha sacado de quicio a la patronal, Anfac. El Govern balear se prepara para aprobar una norma que prohíbe la circulación de los vehículos diésel a partir de 2025.
Ribera ha adelantado fechas en las prohibiciones cuando Bruselas no ha fijado aún una posición
Un plan, en suma, mucho más bestia que el de Ribera para toda España a partir de 2040. No sólo eso. Armengol quiere dejar fuera de juego a partir de 2035 a todos los vehículos (también motos, furgones y furgonetas) alimentados por combustibles fósiles (de diésel, gasolina e híbridos con motor tradicional).
La reacción de Anfac ha sido la denuncia del caso ante la Comisión Europea y el Consejo para la Unidad de Mercado, que ha recibido el "apoyo unánime" de la CEOE, Cepyme y la patronal de Baleares (en el documento adjunto). A su juicio, la norma balear contiene medidas “arbitrarias y desproporcionadas”, que carecen de base técnica o científica y, además, incumplen “el derecho de la Unión Europea” y de la ley española. Rompe, por tanto, con la unidad de mercado, algo “inédito” en Europa.
Baleares va más lejos todavía: prohibirá vehículos diésel a partir de 2025 y al resto, salvo eléctricos, en 2035
La guerra contra los coches diésel en Baleares, más contundente, viene de atrás. Anfac ya protestó, pero ha acelerado la denuncia por el avanzado estado de tramitación. La autonomía, en otras palabras, quiere ser más isla aún para el mundo del motor. Eso sí, invadiendo competencias que no le corresponden, algo que afecta a todos, europeos y españoles. Normal que Anfac se haya rebotado, como Faconauto, que agrupa a los concesionarios donde ahora se venden el 99% coches, con motores de combustión.
El tiempo que manejan los políticos es uno de los ingredientes que maneja KPMG para ver una “tormenta perfecta, que sitúa a la industria de la automoción ante retos complejos”. Son declaraciones de Begoña Cristeto, socia de KPMG en España, durante la presentación del informe de la consultora.
Anfac denuncia el caso balear, inédito en la UE, ante la Comisión Europea, que ya tiene el "apoyo unánime" de CEOE y Cepyme y la patronal regional
La expresión tormenta perfecta -popularizada por la película de igual nombre- se ha convertido en símil de desgracias, aunque KPMG lo deja en forma de retos inquietantes. Explicaría alianzas como la de Ford y Volkswagen, aunque incide especialmente en la dependencia de la industria respecto a las regulaciones en curso.
Es lo contrario de lo que ha sucedido hasta ahora, un periodo en el que empresas han marcando la agenda tecnológica. El sector depende más que nunca de las decisiones políticas y la clave del desenlace estará en su capacidad para incorporar los cambios a la velocidad que le exijan.
Llueve sobre mojado, en fin, teniendo en cuenta el peculiar momento del sector, atormentado por la confluencia de datos adversos, tanto en España como en Europa. El efecto se mide en despidos, como los que ha anunciado Ford, con el recorte de miles de empleos en Europa o Jaguar Land Rover (ajuste de 5.000 empleos en Reino Unido).
KPMG ve una ‘tormenta perfecta’ en la industria de la automoción por los complejos desafíos
Es la razón por la que Anfac reitera la necesidad de una transición ordenada del sector para ser competitiva. Normal, cuando nota ya la sacudida en el termómetro de las matriculaciones. En España, las ventas en diciembre cayeron un 3,5%, y lo hicieron por primera vez en desde 2012. Con todo, logró mantener la tendencia positiva (+7%) en el año.
Las decisiones políticas, en España, a falta de concreción, están claras, y no coinciden con el pronóstico de KPMG. Calcula, en concreto, que los vehículos eléctricos supondrán en 2040 el 30% de las ventas en el mundo. Les seguirán los híbridos (25%) y, a partes iguales del 23%, los de pila de combustible y los de motores de combustión interna.
Todo esto sucede mientras la planta valenciana de Ford en Almussafes contiene la respiración por lo que pueda pasar. Esperaban que el acuerdo del fabricante americano con Volkswagen beneficiara a la fábrica, pero no ha sido así. Al contrario, Ford da otro golpe al plantearse llevar a la fábrica turca de Otosan el ensamblaje de la furgoneta Transit Connect.
Los retos afectan a todo: marcas, tecnologías, rentabilidad y la pérdida de miles de empleos, como es posible en Almussafes
Ese made in Turkey deja en cuarentena el made in Spain de Almusaffes, que ha destinado en 2018 un 30% de la carga de trabajo de la planta, es decir, 1.600 de los 7.400 trabajadores de la plantilla, a la Connect.
El acuerdo entre Ford y Volkswagen dará mucho que hablar, aunque de momento se limita a la fabricación de camionetas y furgonetas, colaboración tecnológica y no implica participaciones cruzadas o adelanta escenarios de fusión. Pone de relieve, sobre todo, una realidad: la necesaria cooperación para aliviar las inversiones que requieren la electrificación, la digitalización y la conducción autónoma.
Ford, dicho sea, no está en buen momento, no sólo en el Viejo Continente, donde se le acaba la paciencia, como dijo en octubre Steve Armstrong, presidente de Ford Europa, sino a escala global. El consorcio estadounidense ha reducido su beneficio en 2018 un 30% (hasta 4.560 millones de euros), ha avanzado en la feria del motor de Detroit, pero culpa de ello a la crisis en Europa, donde su resultado ha caído un 65,4% (a 789 millones).