Chris Hohn (centro) ha logrado sustituir a Bertrand Kan por Anne Bouverot en la Presidencia de Cellnex
El inversor británico Sir Christopher Anthony Hohn -la distinción ‘Sir’ ya no es lo que era- compró el grueso de su participación en Cellnex (hasta el 5%) entre abril y diciembre de 2021, cuando la compañía cotizaba entre los 44 (abril) y los 51 (diciembre) euros por título, con un máximo de 60,7 euros alcanzado a finales de agosto.
Este martes, las acciones de Cellnex, que suben casi un 3% a media mañana, valen algo más de 35 euros, lejos del precio al que compró el fondo activista TCI, del mencionado Chris Hohn, que está viendo cómo se aleja la posibilidad de rentabilizar su inversión, ya que en los últimos doce meses la cotización de Cellnex ha caído cerca de un 19%.
No es que Cellnex vaya mal, ni mucho menos. Lo que sucede es que ha finalizado su etapa de crecimiento inorgánico tan ‘explosiva’ en bolsa, liderada por Tobías Martínez, que dejará de ser CEO en junio, para dar paso a una nueva fase centrada en el crecimiento orgánico y, previsiblemente, con un crecimiento bursátil menos fulgurante, aunque con reparto de dividendo, algo inédito hasta ahora en la compañía.
Chris Hohn está nervioso y tras superar el 9% del capital -es el máximo accionista por delante de los Benetton (8,2%) y de GIC, el fondo soberano de Singapur (7%), exigió -viernes 24- el cese del presidente no ejecutivo y de otros dos consejeros, como publicamos en Hispanidad.
No ha logrado el pleno, pero sí la destitución, en el Consejo celebrado el lunes, del presidente no ejecutivo Bertran Kan, que seguirá como consejero, y su sustitución por la consejera independiente Anne Bouverot. En cualquier caso, el movimiento ha sido una muestra de fuerza por parte de TCI.
El fondo tiene dos opciones para dar el ansiado pelotazo, ahora que las acciones valen menos que cuando las compró: vender activos o fusionar la compañía, por ejemplo, con American Tower. Ninguna de las dos tiene visos de producirse en el corto plazo, algo que desespera a los chicos de Hohn, que seguirán enredando todo lo que puedan y más hasta lograr su objetivo. Ahora lo llaman activismo. Antes era tocar las narices.