Hasta el último minuto, Pablo Casado pensó que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, no se dejaría llevar por el miedo escénico y no firmaría una reforma laboral -"histórica", por supuesto-, que va a perpetuar los tres problema del mercado laboral español: rigidez laboral, impuestos laborales altos y salarios bajos.

Pero al final, Garamendi cedió y Pedro Sánchez se apuntó un tanto -histórico, como creo haber dicho antes- con una reforma del mercado del trabajo que no cambia nada y que, encima, apuntala el poder de los sindicatos CCOO y UGT. Una reforma que nos aleja del pleno empleo y que nos seguirá situando a la cabeza del paro de Europa (tras las históricas mejoras del mes de noviembre, naturalmente). La única reforma laboral que puede llevar a España al pleno empleo del que disfrutan otras naciones europeas es la que defiende el sentido común, la precitada de despido libre, impuestos bajos, salarios dignos.

Y todo eso es lo que ha movido a Casado, dicen en Genova, a romper con Antonio Garamendi: hasta aquí hemos llegado, ha sentenciado el líder pepero.

Pero es que, al mismo tiempo, Garamendi tiene un enemigo interno: el presidente de la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, exdiputado de CiU. ¿Se acuerdan de Convergència i Unió?, aquel partido político nacionalista moderado, que, en aquel entonces, ni se planteaba la independencia de Cataluña salvo en sus ensoñaciones de verano. Pues eso.

¿Casado apoyando a un casi nacionalista catalán para alcanzar la presidencia de CEOE? ¿Por qué no? No les fue nada mal con Juan Rosell en Diego de León, que resulta el caso más parecido.

Y Rosell no se dejaba utilizar por la izquierda como si se deja Garamendi, del que nadie sabe a qué está jugando.