Este miércoles, 21 de noviembre, España ha vivido otra jornada económicamente negra que hace resurgir la pregunta cada vez más escuchada, cada vez con menos sordina: ¿se encamina España hacia una nueva crisis económica?

Noticias del día:

La OCDE rebaja el crecimiento previsto para España dos décimas por año y en línea descendente: al 2,7% en 2018, al 2,2 en 2019 y al 1,9 en 2020. A ese ritmo, imposible reducir el paro.

El FMI también nos riñe: por el déficit fiscal, por las pensiones y por la deuda

En Bruselas, nos echa una bronca el –impresentable– comisario Moscovici. Para entendernos, no solo es que los Presupuestos Generales del Estado no se vayan a aprobar, es que la Comisión Europa no se cree los Presupuestos de Pedro Sánchez. No se cree el aumento de ingresos y, por tanto, no se cree el déficit. Finalmente (para qué más si lo más probable es que no se aprueben), insiste en que la deuda de España es muy elevada… lo que ratifica el último informe del Instituto de Estudios Económicos (IEE). Y la deuda pública, en el 100% del PIB, resultará ingobernable a la menor subida de tipos de interés.

Lo más significativo: el déficit comercial vuelve a dispararse

Era miércoles de broncas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha realizado el peor informe económico de los últimos años. El organismo que dirige Christine Lagarde tampoco se cree las previsiones de déficit público del Gobierno Sánchez, advierte según la deuda pública galopante y, nuevamente, nos atemoriza con un sistema de pensiones que, no se lo digan a nadie, está quebrado.

Y la deuda pública resultará ingobernable en cuanto suban los tipos

Pero quizás lo más preocupante sea que el déficit comercial vuelve a dispararse porque eso supone que estamos creando puesto de trabajo fuera, no en España. La Balanza de Pagos constituyó el gran triunfo económico del Gobierno Rajoy. Con Sánchez hemos vuelto a las andadas.

Con todo, lo peor es el envejecimiento de la población y la baja natalidad

Pero lo más grave es el envejecimiento de la población española con un índice de natalidad por los suelos. Eso supone un peso del llamado Estado del Bienestar sobre el aparato productivo que se está haciendo insoportable.