Pedro Sánchez se parece día más a Zapatero y cada día menos a Felipe González. Este era menos sectario que ZP y que Peter.

Tres similitudes. En cuanto gane las elecciones del 10-N -esperemos que no, por el bien de todos- Sánchez pondrá en marcha su hachazo fiscal, lo que redundará en más poder para el gobierno y menos libertades para el ciudadano. A saber: cuotas sociales -su mismo mantenimiento supone un sablazo de grandes proporciones-, subida del impuesto de sociedades, cerrar toda desgravación posible, por ejemplo, la de Madrid para los impuestos sobre el patrimonio, los más injustos de todos, dado que gravan lo ya gravado, y en especial el impuesto sobre donaciones y sucesiones. También se elevarán los impuestos sobre el ahorro, que afecta a los pudientes, es cierto, pero que desaniman la inversión y favorecen la elusión fiscal.

Y atención porque llegan los impuestos verdes y otras tasas finalistas. Y pobre de aquel que se atreva a protestar contra los gravámenes ecológicos: los de Greta, los talibanes del cambio climático se le echarán encima.

Eso sí, se retiran los peajes de las autopistas con lo que todos pagaremos el uso que hacen algunos.

Y por supuesto, calcados en su odio a Cristo. No son ateos, son antiteos

En cualquier caso, sablazo fiscal disimulado, no como el de Rajoy que elevó más que nadie el IRPF tras dejar ZP, -esto es cierto- las arcas del Estado vacías.

Y, por supuesto, impuestos contra la Iglesia, especialmente la aplicación del IBI, que puede conducirle a la ruina.

Pero el mayor parecido entre Sánchez y Zapatero ya se esta produciendo, antes del 10-N: las cuenta públicas empiezan a hacer agua y el crecimiento económico a mermar. Son pequeñas vías de agua y ocurrirá como con ZP: de repente, de la noche a la mañana caeremos en la cuenta de que el piso se ha inundado.

Pero el parecido de fondo más relevante es que ambos -ZP y Sánchez- son cristófobos. No son ateos, son antiteos. Esto es lo que más les une.