Todas las apresuradas, a veces estrambóticas, declaraciones políticas de las últimas 48 horas tienen que ver con algo que pocos citan: la máxima tensión generada entre el Jefe del Estado, Felipe VI y el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, tras el pacto de éste con Pablo Iglesias y la constitución del Frente Popular: socialistas y comunistas con el apoyo de separatistas vascos y catalanes.

El eje de la unión PSOE-Podemos sigue siendo el mismo: el común ateísmo de Sánchez e Iglesias

Una puñalada trapera de Sánchez a Felipe VI, perpetrada a espaldas del jefe del Estado, en el momento más montaraz del separatismo y con el Rey en la Habana, en un viaje largo y un poco absurdo, al que el Monarca no quería ir.

De esa traición y con un Pedro Sánchez empeñado en fijar sesiones de investidura y ronda de consulta políticas -facultades del jefe del Estado, no del jefe de Gobierno en funciones- surge la idea, curiosamente entre los veteranos del PSOE, no del PP, aunque este colabora con el proyecto, de que el Rey, con plena legitimidad como jefe del Estado, otorgara la tarea de forma Gobierno a José Borrell, al que se considera tan vanidoso como Sánchez pero un poco más viejo y menos tendente a jugar a aprendiz de brujo que el insensato inquilino de Moncloa.

De la mano de Pedro Sánchez, España camina hacia el caos podemita

Ahora bien, Pedro Sánchez ha creado, de derrota en derrota, una buen número de estómagos agradecidos, sobre todo en el Grupo Parlamentario socialista, hecho a su medida. Así que ha optado por desafiar al Rey. Es decir, el acuerdo con Podemos es “el único gobierno posible”,

No olvidemos que se trata de su última oportunidad de formar un gobierno ‘normal’ (ya ha fracasado cuatro veces) y que, de abril a noviembre, Sánchez ha perdido 750.000 votos. Para su socio, Pablo Iglesias, no es la última sino la ultimísima oportunidad, dado que ha perdido 533.000 votos en seis meses, además de llevar, desde hacer tres años, una línea descendente en la que ha pasado de 71 diputados a 35, es decir, menos de la mitad.

Así que piensan aprovechar su última oportunidad aunque siempre el caos podemita en España. El Rey se ha topado con un Sánchez que le desafía a encargar la formación de Gobierno a cualquier otro que no sea él, aunque se trate de un socialista de prestigio, José Borrell, que tendría un primer y casi único cometido: una reforma Constitucional para detener a los separatistas que hablaban del Estado plurinacional y que ni pronuncian la palabra España porque les provoca sarpullidos graves.

Puntas de lanza del programa del futuro Gobierno: pervertir a la infancia, arruinar a la clase media y convertir España en un reino de Taifas

Al final, el objetivo secundario de la operación Borrell consistía en que, si Pedro Sánchez reflexionaba, podría seguir en el cargo con un pacto de legislatura con Pablo Casado y poniéndose al frente de la necesaria recentralización del país. Pero ha optado por echarse al monte con Podemos.

Es decir, Sánchez rechaza cualquier acuerdo de legislatura con el PP, a pesar de que eso le permitiría gobernar en solitario. Ahora, una de dos: o el Rey nombra a Borrell y se atreve a una crisis institucional o hay que recurrir a la presión exterior para doblegar aun Sánchez que corre hacia el abismo, un pelín enloquecido. Porque, de la mano de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, quien cada día dobla su apuesta, España camina hacia el caos podemita.

Por si lo habíamos olvidado: el eje de la unión PSOE-Podemos sigue siendo el mismo: el común ateísmo de Sánchez e Iglesias, una cristofobia rabiosa que supone, para Pedro y para Pablo, un pacto de sangre verdaderamente mafioso. Así, las puntas de lanza del programa del futuro Gobierno: pervertir a la infancia, arruinar a la clase media y convertir España en un reino de Taifas. No está mal.