En el 2003, después de un largo período de discernimiento, un grupo de católicos decidimos comprometernos en la vida pública a través de un proyecto político, que pensamos debería ser una alternativa política para muchos españoles. Este proyecto es Alternativa Española (AES). Un proyecto que denominamos socialcristiano y que en su caminar debía estar sujeto a las verdades eternas que surgen del reconocimiento expreso de la Ley de Dios (punto Primero de nuestra Declaración Programática). AES, como afirmara Santo Tomas Moro entiende que “el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral”.

Hoy, como desde hace décadas, vivimos momentos de gran confusión en la vida política, económica y social. A ningún católico se le escapa que también atravesamos delicados momentos en el seno de la propia Iglesia. Todas estas turbaciones y preocupaciones a algunos les hacen priorizar, y con ello postergar, determinados principios en aras de defender otros más próximos, más domésticos, que consideran más amenazados, pero sin pararse a reflexionar sobre el orden de prelación que deben seguir.

Esta estrategia puede cegar la visión de algunos católicos y dar apoyo en política a determinados proyectos, que si bien es cierto que pueden defender determinados principios que compartimos en AES, invierten o modifican el orden de preferencia de los mismos.

Una de las ventajas que tenemos los que ya no cumpliremos los sesenta años es la perspectiva con la que ves los acontecimientos y la forma de evaluarlos en base a la analogía con hechos o circunstancias pasadas. Me refiero a casos concretos como, por ejemplo, cuando, con entusiasmo, muchísimos españoles, sin duda bien intencionados, apoyaron la Constitución española de 1978, desoyendo la recomendación de ciertos obispos españoles que advirtieron de las consecuencias de la misma. Estos buenos españoles entendieron que era más importante cerrar un pacto constitucional con la izquierda, para evitar turbulencias políticas, que las consecuencias de orden moral que se pudieran derivar de la aprobación de la Carta Magna. Hoy a nadie se le escapa que la Constitución fue la puerta del aborto, y con ello la manipulación de embriones y la eutanasia, las uniones homosexuales, el divorcio y demás aspectos, incluida la quiebra de la unidad de España (una obligación de orden moral que se ha de preservar).

Soy consciente que para muchos es casi ridículo seguir denunciando estos “logros” de la Constitución, pero lo verdaderamente perverso es que también lo es para muchos católicos españoles y para no pocos obispos y sacerdotes.

Lo mismo pasaba con el apoyo a determinados partidos políticos, como lo fue en su día AP y luego PP, proyectos que parecían representar algunos de los valores católicos pero que terminaron por darles la espalda, en aras de alcanzar un mayor universo de votantes, que les permitiera mantener sus prebendas políticas y de poder.

Muchos apoyaron la Constitución del 78 pero fue la puerta del aborto, la manipulación de embriones y la eutanasia, las uniones homosexuales, el divorcio, etc

Hoy el panorama no es distinto y, ante ello, como hace quince años, las dos grandes preguntas que me hago, mejor, que me vuelvo hacer, como católico son: ¿debemos apoyar opciones que no defienden en su integridad, al menos, los principios morales católicos innegociables basados en el Derecho Natural y la Moral Objetiva? Y, en aras de un pragmatismo y un posibilismo tan demandados actualmente, por otra parte, máximas de la política actual, ¿qué debemos hacer los que en su día nos conjuramos ante un proyecto como AES?

La respuesta a la primera pregunta es clara, siempre lo fue: NO puedo apoyar opciones políticas que no defiendan con rigor, al menos, los Principios Innegociables a los que San Juan Pablo II y Benedicto XVI, se refirieron en la nota Doctrinal emitida por la Congregación para la Doctrina de la FE, el 24 de noviembre de 2002 (ND).

Vida

Tengo claro que cualquier proyecto que acepte algún supuesto de aborto, cualquiera que fuera, por muy dramática que fuera la causa que intentara justificarlo socialmente, no puede recibir mi apoyo.

Me refiero, en concreto, al intento de justificar el aborto en casos de violación u en otros dramas como las deformaciones o enfermedades, pues bien, ni en esos casos el aborto debe ser aceptado, ni apoyado los proyectos políticos que los consientan. ¿Pero se nos ha olvidado ya que los que hoy defienden el aborto a chorro libre, introdujeron sus propuestas manifestando que hacían sus propuestas para casos extremos como los de violación?

El ser engendrado por una violación no es el responsable de la actuación execrable de su progenitor, ni debe pagar injustamente las consecuencias de ello, es un ser engendrado porque Dios así lo ha deseado, porque para Él ese embrión es único, es su obra y para ella tiene una función específica y propia que el ser humano no debe interrumpir. Como tampoco a ese niño con una deformidad o un síndrome de Down, Dios lo consiente porque cada uno de ellos tienen una labor que hacer y cumplir en este mundo, quizás para muchos incomprendida, pero no para Dios.

Por lo tanto si un proyecto, aunque diga que está a favor de la defensa de la vida, si es partidario de mantener leyes abortistas de uno u otro tipo, aunque sean limitativas y reduccionistas, no contará con mi apoyo, porque ese proyecto atenta contra uno de los principios innegociables de la moral católica, por ello, en esta materia concreta, no puedo apoyar ni al PP ni a VOX después de las declaraciones de su presidente y del desarrollo de su programa del 2016 y el punto 80 del apartado. 6.1.

Tampoco, en materia de vida, apoyaré a los que no condenen expresamente las practicas de reproducción asistida, que conllevan la manipulación y muerte de embriones humanos, así como la eutanasia. Por ello no puedo apoyar ni al PP ni a VOX que, según lo que entiendo, no se han opuesto expresamente.

¿Un católico pude apoyar opciones que no defienden los principios morales católicos innegociables basados en el Derecho Natural y la moral objetiva? No

Familia

También tengo claro que cualquier proyecto político que apoye las uniones homosexuales en cualquier forma, con independencia de la denominación que se les atribuya, no contará con mi apoyo. Sé que llamar matrimonio a una unión de dos personas del mismo sexo es impropio, injusto, inmoral e incorrecto, pero lo importante, lo que nuestra moral católica condena como el tipo del injusto moral es la unión homosexual, llámese como se llame y además como reza en la ND antes citada, al católico no le está permitido apoyar leyes que reconozcan legalmente estas uniones, asimilándolas de alguna forma a la familia, cuando esta solo debe ser la fundada en el matrimonio monogámico  entre personas de sexo opuesto y abiertas a la procreación. En consecuencia, en este sentido no cabe la adopción de menores por parte de parejas homosexuales. De otra parte, aunque sea para muchos extemporáneo debemos seguir reivindicando la indisolubilidad del matrimonio, porque, además de ser de Derecho Natural, es Verdad Revelada y en consecuencia inmutable. Por ello no contaran con mi apoyo ni el PP ni VOX, porque ambos dos contemplan la regulación de las uniones civiles homosexuales otorgándole derechos asimilables a los de la familia natural. La batalla que debemos dar en este caso no es nominalista, sino de fondo moral.

Unidad de la Patria

Apoyaré a los que defienden la unidad de España, en este sentido merecería mi apoyo el PP, VOX, e incluso Ciudadanos y algunos socialistas y comunistas que se han manifestado claramente en este sentido. De los que no han tocado gobierno, VOX sería la opción más valorada, seguida de Ciudadanos. De los que han tocado gobierno la mejor opción sería el PP.

Ahora bien, dicho esto es necesario, además, saber porque cada uno de estos proyectos defienden la unidad de España. Yo la defiendo porque es un bien moral, no la defiendo solo por un mero posicionamiento político, social o económico, la defiendo porque la unidad de España preserva el bien común y en consecuencia es un valor moral. El concepto de Patria, como afirmaba S. Juan Pablo II, en su libro póstumo “Memoria e Identidad”, “debe incluir valores y elementos espirituales”, porque solo así y para el caso que seamos privados de un territorio o un valor terrenal que define la demarcación física de nuestra Patria, o de parte de ella, subsistirá el concepto de Patria como patrimonio espiritual y cultural heredado de nuestros antepasados y no solo ligado a unas fronteras o demarcaciones físicas. La erosión de los ríos o el avance del mar nos podría privar de parte de nuestro territorio, lo podría hacer más pequeño, pero no por ello disminuiría nuestro concepto de Patria y nuestro amor por ella. Es para mí la única forma de entender la Patria.

Los valores espirituales a los que se refería S. Juan Pablo II en el caso de nuestra Patria están fundidos en la religión católica, hemos sido la proyección de nuestro Credo en el mundo, por lo que el amor a nuestra Patria, en nuestro caso, debe extenderse a la Hispanidad, hija predilecta de España.  Pues si el concepto de Patria ha de contener esos valores espirituales, y estos son al menos los que no admiten negociación alguna, nuestra Patria ha de ser la “bandera discutida” que defienda sin sujeción a componenda alguna los Principios innegociables a los que antes nos hemos referido, es por ello que lo que en AES queremos es la unidad de nuestra Patria entendida como portadora de estos valores. Si España no es portadora de esos valores, no será España.

Por ejemplo ¿podríamos amar y defender con nuestras vidas una Patria portadora de la cultura de la muerte, de la destrucción de la familia, de la injusticia social…? No podemos imaginar una Patria perversa que trasmitiera esos valores, porque Patria como afirmaba S. Juan Pablo II, “es verdaderamente una madre para cada uno” y como tal, el patriotismo, es decir, el amor por la Patria, está comprendido en el decálogo en el cuarto mandamiento, pero solo se ama a la madre, a la Patria, si esta es portadora de esos valores.

En conclusión, si nuestra Patria no es portadora de esos valores no ha de ser merecedora de ser defendida, ni de luchar por preservar su unidad. Por ello, si lo que se busca en el orden social por parte de estos partidos es una nación abortista, contraria a la familia natural, injusta socialmente y contraria al bien común, nosotros no lo apoyaremos, porque ya no será Patria, será simplemente un Estado, es decir, una forma de organización social desprovista de valores espirituales que rompe con la historia y la tradición, no será Patria, no será madre. Pues bien, como PP, Ciudadanos, además de socialistas y comunistas y al parecer VOX después de las declaraciones de su presidente, quieren una Patria portadora de contravalores, no podrán recibir mi apoyo.

El libre mercado no basta para asegurar la justicia social

Liberalismo

Otra pregunta seria, ¿puedo dar mi apoyo a un proyecto que no sea defensor de la justicia social? Es decir ¿puedo dar mi apoyo a un proyecto político liberal? La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) es clara en este sentido, el capitalismo liberal, como el comunismo son dos posiciones contrarias a la DSI, por ser contrarias al bien común.

Ahora bien, que nadie se confunda, la DSI ampara la iniciativa privada, la propiedad privada (poseer bienes en privado es derecho natural del hombre) y la economía de mercado. La DSI frente a las tesis liberales y marxistas ha definido el principio de subsidiaridad del Estado, es decir, el Estado debe dejar que la sociedad se organice por sí misma, debe apoyar y crear los cauces, fiscales, laborales y demás necesarios para hacerlo, debe evitar interferir en el ciclo social y económico, pero, en última instancia, debe ser valedor de los más desprotegidos, de los más débiles, evitando que un sistema capitalista que propugna una economía individualista, con ausencia de reglas en la esfera económica, más allá que las que marca la libre concurrencia, pueda dañar o arrasar sus derechos esenciales, limitando la autonomía de las partes en diversas materias como la laboral, sanitaria y educativa, siendo garante de unos mínimos vitales.

El Estado debe ejercer una función de suplencia en los casos en que determinadas derivas del sistema capitalista puedan afectar al bien común. Por ejemplo, el Estado tendría legitimidad y debería evitar que a los más desprotegidos se les privara de servicios básicos, como la sanidad, la educación, o en su caso de los suministros básicos, como podrían ser la luz, el agua…, en situaciones de precariedad, lo que en un sistema capitalista liberal sería imposible. Es por ello que una sanidad o una educación universal y gratuita protege el bien común, como lo protege las políticas de desempleo o de pensiones. No olvidemos que la justicia social solo puede obtenerse respetando la dignidad trascendente del hombre y esta solo se alcanza afirmando el carácter social y moral de la economía. El principio básico del liberalismo capitalista de que “yo me administro mis bienes, que no me los administre el papá Estado”, es bueno para el que disponga de ellos, pero no tanto para los que están privados de los mismos, por eso desde el respeto a la actividad privada y a la forma de organizarse la sociedad, el Estado debe estar presente y vigilante para, uno,  dar oportunidad a todos a ser propietario de sus bienes y poderlos administrar, y dos, a no dejarlos desvalidos en los momentos más necesitados, es decir, debe imprimir a la economía de un carácter moral que la hará justa. Por eso no puedo dar mi apoyo ni al PP, ni a VOX, porque son proyectos ultraliberales, en este caso más el segundo que el primero, que casi que no se sabe lo que es.

Europa

Por último, aunque no te trate de un principio moral, ante la proximidad de las próximas elecciones europeas es necesario explicar la razón por las que no puedo apoyar proyectos partidarios de mantener la actual Unión Europea.

Soy europeo y creo que Europa ha sido el gran motor del mundo, me siento orgulloso de ser descendiente de los europeos que se abrieron al mundo y llevaron la cruz y nuestro Credo a todos los rincones del orbe. Ahora bien, este orgullo no me puede confundir y hacerme cómplice de una Unión Europea que se ha constituido en un órgano supranacional que pretende acabar con los conceptos de Patria y promotora de contravalores como el aborto, las uniones homosexuales, las ideologías de género y también unos principios ultra liberales contrarios a la identidad de muchas de las naciones que componen la UE.

Ya he explicado que con mi voto no apoyare ninguna iniciativa que ampare el aborto, ni las uniones homosexuales o las ideologías de género, pero tampoco lo haré con quien quiera terminar con mi Patria, no olvidemos madre, restándole soberanía y reduciéndola a un mero organismo dependiente de ese órgano supranacional que se llama la UE, trufado de liberalismo y al margen de cualquier política que ampare la justicia social. Por ello, no apoyare con mi voto a ningún proyecto político que no defienda el fin de la UE y la vuelta a un concierto de Patrias que defiendan la independencia e identidad de cada una de ellas, además de la justicia social y las raíces cristianas de Europa. Esta es la razón de que mi apoyo y el de AES estará con la coalición euroescéptica ADÑ, donde se defienden todos los Principios a los que me vengo refiriendo en este documento.

Siento la extensión de este artículo, pero he querido compartir algunas reflexiones personales y ponerlas negro sobre blanco para ver si las mismas tenían consistencia o eran meras disculpas caprichosas, soberbia u orgullo herido. Todos sabemos que cuando empiezas a escribir y repasas tus escritos es cuando te das cuenta de la congruencia o incongruencia de tus razonamientos, yo necesitaba volver al principio para saber si estaba actuando bien o mal al rechazar el apoyo a determinados proyectos donde otros ven una gran oportunidad.

Yo creía que la irrupción de VOX en la vida pública era una oportunidad, lo pensé aún más cuando hubo el cambio en su Presidencia. Esperaba que las contradicciones del 2014 hubieran desapareciendo, pero desafortunadamente, y digo desafortunadamente, porque de corazón digo que me gustaría que fuera lo contrario, no es así, persisten las contradicciones en los principios, por lo que contestando a la segunda pregunta que me formulaba al principio, estamos obligados a prorrogar los más de cuarenta años en el que algunos venimos denunciando estas situaciones y que alcanzan desde los últimos gobiernos del franquismo, hasta el día de hoy.

Nos jugamos mucho todos, y digo todos. Cuando terminó el bipartidismo vimos una gran oportunidad y más aquellos que hemos llegado a la política no por devoción, sino por obligación impuesta por nuestro Credo, es por ello que todavía estamos a tiempo y apelando a la buena fe de quienes puedan leer este escrito, les pido que reflexionen, que establezcan bien el orden de prelación de los principios y que desde el puesto, que decidan estar, sigan dando la batalla por ellos; yo sé cuál es el mío, el de siempre, porque los principios son de siempre, son eternos, no cambian, no mutan, no se mimetizan con los tiempos o con los eventos sociales y económicos, son los mismos. Todo se resume en con Dios o al margen de Él, lo que en tantas ocasiones he dicho en términos coloquiales: en caso de tener que elegir, son preferibles los escaños del Cielo a los escaños de esta tierra. 

Rafael López-Diéguez
Secretario general de AES