Cuando, en la tarde del jueves, escuché de labios de Pedro Sánchez el último invento de Iván Redondo., eso de la “nueva normalidad” tras la desescalada, me sacudió un respingo. Es como si en lugar de perderse en matrix te ofertaran otro matrix: esto es, un mundo nuevo, irreal y paralelo, es decir, psicótico y esquizofrénico, al precio, no ya de tu libertad, sino de tu razón, al precio de tu propia salud mental.

Porque sólo un iluminado, un ególatra de nivel psicótico, podía hablar de un mundo nuevo, de una “nueva normalidad”, creado sobre algo tan prosaico como su inconmensurable fracaso: 25.000 españoles muertos. En realidad ya superamos las 31.000, si no hacemos caso de los engaños del Gobierno y contamos correctamente.

En Moncloa ha nacido el dúo Picapiedra: Pedro pone la cara y Pablo el cerebro. Y el pueblo español, muerto de miedo, les sonríe, agradecido: ¡Vergüenza!

No le llamo criminal a Sánchez, aunque su incompetencia ha provocado muchas de esas muertes, pero sí incapaz y desastroso, pues, llevado por su egolatría creciente, es incapaz de rectificar y persiste, encima, en su sectarismo, que tiene muchas muestras cotidianas pero ninguna tan patente, aunque haya otras mas peligrosas, como la del cachondeable “todos y todas”, con el que presume de feminismo y hace ideología de género.

No es posible que el sueño pacte con el insomnio. Los Pactos de la Moncloa de 1977 los firmaron unos señores que pretendían la convivencia de todos, la rectificación e incluso el perdón, que conlleva arrepentimiento (paz, piedad y perdón) tras una Guerra Civil y un régimen autocrático surgido de la misma. Aquí y ahora, lo que intenta Sánchez es imponer, con la excusa del coronavirus, su modelo de sociedad al otro. Y ojo, exige adhesión plena a sus tres mantras -feminismo (más bien ideología de género, que es algo más amplio), ecologismo y animalismo- en nombre de la reconstrucción nacional… liderada por mi, naturalmente. Todo sea por el neocomunismo, conocido hoy en el mundo como bolivarianismo venezolano. Pero ya saben: tiempo de rojos, hambre y piojos.

De hecho, en Moncloa ha nacido el dúo Picapiedra: Pedro pone la cara y Pablo el cerebro.

La reconstrucción nacional del Gobierno socio-podemita es como mezclar el sueño con el insomnio, en nombre de la unidad nacional que “exige el pueblo”. La verdad es que lo exigen la encuestas del Tezanos, que es otra cosa. Da igual. Lo cierto es que Pablo Casado y Santiago Abascal deben negarse a los Pactos de la Moncloa de la “nueva realidad”. No deben aclimatarse a ellos, deben negarse a cualquier acuerdo porque se trata de un acuerdo venenoso para España.

Ningún pueblo cristiano, cristiano de verdad, ha podido ser esclavizado jamás, porque vive la libertad de los hijos de Dios

Nunca debieron aceptar el estado de alarma ni el confinamiento duro. Ni pueden pasar por alto que los españoles muertos lo han sido, al menos en parte, por la incompetencia y por la egolatría, incapaz de arrepentirse de las decisiones tomadas y cambiar- con la que Sánchez ha abordado el tema, un presidente, que, además, ha dejado hacer a su peligroso vicepresidente. Ojo, y Pablo Iglesias lo tiene muy claro: pretende convertir a España en una dictadura bolivariana, cabeza de puente para tiranizar Europa.

Y la situación es idónea, porque un pueblo al que se le ha inoculado el miedo, el miedo a la muerte por coronavirus, está dispuesto, no sólo a obedecer a Pablo Iglesias por boca de Pedro Sánchez, sino a ceder su libertad e incluso a contemplar al Gobierno, el mismo que le provocó la herida, como el médico salvador que ahora viene a curársela  y a devolverle unas migajas de la libertad que le arrebató… y en cuatro fases.

Y encima le aplaudimos.

Es la “nueva realidad” de Pedro Sánchez: una España bolivariana en una Europa postcristiana. Sí, postcristiana, es decir, carente de defensas para mantener su libertad y oponerse al dictador.

Porque ningún pueblo cristiano, cristiano de verdad, ha podido ser esclavizado jamás. Es la libertad de los hijos de Dios.

Pedro, y sobre todo Pablo, deben estar cantando las excelencias del coronavirus, que les permite avanzar hacia el totalitarismo, en un solo mes, lo que no han conseguido en un lustro o quizás no hubieran conseguido jamás.

Y el pueblo español, muerto de miedo, les sonríe, agradecido.

¡Vergüenza!