Lunes 7 de junio, en Barcelona: otro alarde de funambulismo ideológico a cargo de don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, un hombre cuyo horizonte vital sólo alcanza las próximas 24 horas. Don Pedro se despierta cada mañana con el firme propósito de aguantar otras 24 horas en el sillón presidencial. Su horizonte es el presente continuo… en Moncloa.

En Barcelona chocó el puño (no más, que eso no sería científico) con Pere Aragonés, mientras se ponía en escena la carta de Oriol Junqueras, en la que se aceptaba el indulto, naturalmente sólo como un paso más, sólo eso, para imponer la amnistía y un referéndum pactado con Madrid.

El problema de fondo de un referéndum independentista es quién debe votar. Como recordábamos ayer, si se habla de independencia de Cataluña respecto a España debemos votar todos los españoles, a los que los separatistas pretenden ‘quitarnos España’. La vía escocesa.

Podemos ha perdido la batalla política pero no la ideológica: Sánchez es cada vez más cristófobo, cada vez más progre y cada vez más centrífugo. Eso sí, cada vez más capitalista… por obligación

Ahora bien, Iván Redondo y Pedro Sánchez saben perfectamente que esa vía le costó el puesto a David Cameron. Da lo mismo: se trata de ganar tiempo: día pasado día ganado.

Pero eso es lo malo que tiene la economía: que no basta con ganar tiempo porque, como diría Emilio Botín “lo que no son cuentas, son cuentos”. Y entonces es cuando viene lo de Nadia Calviño, rectora de la vida económica, que ni cree en lo que hace ni sabe qué hacer y que por tanto, camina hacia la puerta de salida, se supone que de regreso a Bruselas.

Calviño es el Desastre Calviño y el Síndrome Calviño. Como diría Amancio Ortega, Calviño es como La Coruña: desde lejos parece una gran ciudad pero cuando entras en ella…

El desastre Calviño, que prepara su retirada porque la señora vicepresidente ha fracasado en su política económica. Ha salvado la pandemia cloroformizando al paciente pero sin extirparle el tumor, sin reindustrializar España.

Las consecuencias de esta barbaridad se van notando a medida que se le quita al paciente la anestesia. En breve, el conjuro de los fondos europeos ya no colará, y entonces nos daremos de bruces con la realidad: que seguimos siendo una economía de servicios sin industrializar… y diciendo chorradas sobre las posibilidades de la sostenibilidad y la digitalización. Sí chorradas… porque ocultan dos grandes verdades: lo verde es caro y la digitalización es un medio, no un fin, incluso una necesidad… pero nunca un objetivo.

En resumen, Nadia Calviño, gran gurú económico del Sanchismo, ha terminado en fraude y fracaso. ¿Por qué se le va la gente, sus altos cargos, incluido su jefe de prensa? Porque ella misma se está marchando y el que puede se adelanta, antes que se marche el jefe. Calviño, repito, es una mujer que no cree en lo que hace… y tampoco sabe qué hacer. Además, espera la derrota del Sanchismo ante esa fiera llamada economía… para la que todo lo que no sean cuentas son cuentos.

¿Por qué se le va su gente a Calviño? Porque ella misma prepara su desembarco: ni cree en lo que hace ni sabe qué hacer

Al fondo, un hecho incontestable: Podemos ha perdido la batalla política frente al PSOE pero ha ganado la batalla ideológica. Si no, hagamos un repaso: Sánchez es cada vez más cristófobo, cada vez más progre y cada vez más centrífugo… territorialmente centrífugo. Eso sí, cada vez más capitalista. Podemos ha impuesto al PSOE su anticlericalismo, su ideología de género, su eco-panteísmo, su feminismo, su homosexualismo ‘trans’ y su materialismo digital.

Pablo Iglesias ha perdido su carrera política, aunque volverá, no lo duden, porque quien a hierro mata, a hierro muere. Traducido: porque no hay quien aguante a un personaje con tanta soberbia. Ahora bien, se enfrentaba un venenoso neocomunista a un vacío ideológico -“Mecachis, que guapo soy”- como Sánchez, o sea, un inmoral frente a un amoral. En estas circunstancias el vacío ideológico suele vencer pero tras asumir la ideología del vencedor… con la que llenar su vacío.

Concluyendo: Nadia Calviño se ha convertido en un mero apósito del Ejecutivo, un cadáver insepulto.