La nota de prensa con la que el FROB presenta sus cuentas anuales de 2019 no se encabeza con la frase más atractiva que pudiera caber: El FROB recorta, por tercer año consecutivo, sus resultados negativos, pero es sincera, a la par que optimista.

El informe del auditor tiene un párrafo de énfasis de esos que gustan poco a los administradores de las sociedades, aunque a veces, como en este caso, son poco relevantes. Así advierte el auditor de que el FROB tiene patrimonio neto negativo (está quebrado) y que esto ya le pasaba el año pasado, pero que como no le es aplicable la legislación mercantil, pues que no pasa nada y que, además, siempre puede el Estado español condonarle parte de la deuda que mantiene y todo arreglado. Y es lo que van hacer, porque también lo cuenta el auditor, con 3.000 millones de euros con los que cubrirán el déficit patrimonial de 751 millones de euros del FROB, si el MEDE lo permite.

El FROB ha perdido este año 282 millones de euros, frente a los 905 millones de euros que perdió el año pasado. Pero esto no es un éxito de gestión, ni mucho menos. Es el fruto del mero transcurso del tiempo en una institución creada para evitar la liquidación de entidades bancarias (¿o mejor cajarias?) con problemas. Ya saben, en lugar de liquidar que siempre es un engorro, buscamos alguien que se haga cargo. Todo ello por un módico precio, que el FROB va pagando, en forma de cobertura de las pérdidas que van ocasionando las carteras de créditos y activos adjudicados de las entidades que se salvaron de la liquidación, a sus nuevos propietarios.

La maquinaria creada para la crisis bancaria continúa en quiebra y es una auténtica trituradora de efectivo

Sus resultados han mejorado básicamente porque este año no ha tenido que dotar provisiones para atender las EPA (Esquemas de Protección de Activos): lo que ha supuesto un ahorro de 118 millones de euros, porque los deterioros de los activos que hay en su balance se han reducido en 481 millones de euros y porque la caída de los tipos de interés le ha ahorrado 15 millones de euros. Ya está eso es todo.

En términos de creación de caja es una auténtica trituradora de efectivo: en 2018 “quemó” caja por importe de 149 millones de euros y en 2019 por importe de 317 millones de euros. Total: 466 millones de euros, pero también es cierto que tiene todo mucho de artificio contable. El Estado presta a una entidad que no produce nada y que le paga intereses: casi 224 millones de euros en los dos últimos años.

El FROB tiene, por otro lado, unos elevados gastos financieros (104 millones de euros en 2019), fruto de su elevado endeudamiento (10.400 millones de euros), apenas un 1% de coste, pero es que el principal activo en el que tiene empleada esa liquidez es su participación en BFA (9.500 millones de euros de valor neto contable) no produce nada y así se hacen muy costosos los intereses, por bajos que sean. De la Sareb, como ya hace años que la valora a cero, ni hablamos.

Se reducen las pérdidas pero por propia consunción y el endeudamiento continúa altísimo

El caso es que el FROB, una vez que convierta en fondos propios los 3.000 millones de euros de préstamo del que hablábamos al comienzo, aún seguirá debiendo 7.400 millones de euros al Estado, y tal y como se están poniendo las cosas con la crisis económica del Covid-19, parece difícil que BFA pueda liquidarse a finales del 2021 (como está autorizado hasta ahora por el Consejo de Ministros). Nos va a seguir tocando poner dinero en el FROB a los contribuyentes, pero no se preocupen, que luego nos paga algo de intereses.