El panorama que pinta el INE con las proyecciones de población 2020-2070, publicadas este martes, es desalentador y sitúa a los españoles -a los nacidos en España- en una situación similar a la del lince ibérico, a la del urogallo cantábrico o a la del quebrantahuesos, todas ellas especies en peligro de extinción en nuestro país.

No es broma. Durante los próximos cincuenta años -hasta 2070- el número de nacimientos seguirá siendo inferior al de defunciones y la población de España sólo crecerá gracias a la llegada de inmigrantes.

Las cifras: en 2035 España tendrá algo más de 48 millones de habitantes, un 2% más que ahora o, si lo prefieren, 954.497 habitantes más. En 2070, la población alcanzará los 50,6 millones, un incremento de 3,2 millones de personas, de los que sólo el 66,8% serán nacidos en España, frente al 85,2% actual.

Y como las tendencias en materia de natalidad no se cambian de la noche a la mañana, mucho nos tememos que a partir de 2070 el porcentaje será aún menor. Los españoles están, de verdad, en peligro de extinción.

Existe una mota de esperanza: a partir de 2028, el número de nacimientos podría comenzar a subir gracias a la llegada a las edades de mayor fecundidad de las generaciones nacidas a partir de la segunda mitad de los años 90, las más numerosas. Así, el número medio de hijos por mujer sería de 1,31 en 2034, frente al 1,23 actual. Como ven, a pesar del cambio de tendencia, mucho tendría que aumentar la natalidad para llegar a la tasa media de reemplazo, que se sitúa en 2,1 hijos por mujer.

Una sociedad que no tiene hijos es una sociedad en decadencia, sin vitalidad. Lo aseguraba, por comparación, un banquero ya jubilado, cada vez que hablaba de uno de los mercados donde había comenzado a operar. Siempre utilizaba el mismo argumento para asegurar que el banco había hecho bien en lanzarse a la aventura: es un mercado joven, en pleno crecimiento, con una edad media en torno a los 30 años y con una tasa de natalidad elevada. Justo lo contrario que España.