Los pedagogos modernos prohíben muchas más cosas que los pedagogos antiguos. El progresismo se entiende como sinónimo de libertad cuando es justo lo contrario: una colección de vetos y prohibiciones. Y esto es justo lo que está pasando en España.

Tenemos un gobierno, el de don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, progresista, encima de raíz socio-comunista. Le encanta prohibir: salir de casa, relacionarse con la familia, ver a los amigos, incluso trabajar. Sánchez esta orgulloso de haber convertido a cada policía en un represor y a cada español en un delator.

Ahora bien, el Ejecutivo ha tensado tanto la cuerda que la última encuesta, recogida por Europa Press, demuestra que, en la sexta semana de confinamiento, es decir, de arresto domiciliario, los aplausos se han vuelto cabreo profundo en una parte de la sociedad española, al menos la más reflexiva. El Gobierno ya no es visto como salvador frente el virus sino como el fautor del liberticidio al que han sido sometidas 47 millones de personas.

Los españoles ya tienen claro que la gestión de la crisis del coronavirus ha sido un desastre. Ahora, conviene no equivocarse con los culpables

Y encima, con el añadido de la mentira continúa de un Gobierno caradura, empeñado en ocultar su trágico fracaso ante el Covid-19: España es el país con más contagios y más fallecidos del mundo: vean las cifras que los medios paniaguados ocultan.  

Por tanto, España, en el momento, presente, oscila entre el síndrome de Estocolmo y el cabreo ante el liberticidio. El síndrome de Estocolmo de los que todavía creen- el 15 de marzo eran mayoría, ahora no- que el gobierno les salvaría de la muerte por coronavirus a quien están hasta el gorro de las prohibiciones de Sánchez que han convertido su vida en un infierno y su economía en una ruina.

La cabeza aproximadamente pensante de Moncloa, el asesor Iván Redondo, hacedor de la alianza sociocomunista (él dio el giro: eligió a Podemos en lugar de al proyectado PP como socio de legislatura) cambió de discurso, 180 grados, durante el mediodía del martes 21: había que liberar a los niños. Y así, mientras el Consejo de Ministros había decidido ‘legalizar’ lo mismo que ya tenían las familias mintiendo -“verá agente: llevo a mi hijo al súper porque no puedo dejarle con nadie”- a permitir que los niños dieran paseos por la calle: es lo que va desde la rueda de prensa de las 14,00 horas de María Jesús Montero a las de la casi 20,00 horas de Salvador Illa. Una programación perfecta.

Lo más triste: parece que Cristo continúa ausente de la solución contra el coronavirus. El nuevo dios es la salud, que convierte la vida en mera y horrible supervivencia

Pero no se equivoquen, Redondo viró pero a Pablo Iglesias, aunque se jactara en sus twitter de haberlo conseguido él, le importa un bledo lo que sufran los niños o los adultos españoles. Está feliz: ha impuesto su tesis de cuanto peor le vaya España mejor para él, que ya sueña con la Presidencia.

El ‘cuanto mejor, pero’ constituye la técnica tradicional de todo comunista que se precie de tal. Si algo tiene claro Iglesias en su cabeza revolucionaria es que el comunismo, o sea él, sólo llega al poder en medio de la ruina y el desastre.

Por cierto, España en peligro de caer en un dictadura comunista-bolivariana, ese tipo de neocomunismo que no llega al poder mediante la revolución violenta -Iglesias es muy cobarde para eso-sino por la perversión de una democracia en la que día a día se recortan las libertades. Por ejemplo, por mor del coronavirus.

¿Qué es imposible que España se convierte en una república comunista-bolivariana’ Sí, lo mismo decían en Venezuela hace 10 años.

Volvamos a Madrid. Los españoles ya tienen claro que la gestión de la crisis del coronavirus ha sido un desastre, ahora toca buscar culpables. Y dado el control de la información que posee Moncloa, sólo las vituperadas redes sociales y la pequeña prensa independiente de Internet se le opone, el resultado de la búsqueda podría resultar injusta y temible.

Pero vayamos al fondo de la cuestión. Lo más triste de todo el desengaño coronavirus es que, o eso parece, Jesucristo continúa ausente de la nueva sociedad post-coronavirus… que, en efecto, será nueva, para bien o para mal.

Ejemplo, el nuevo dios es la salud, aunque ello suponga convertir la vida en mera y horrible supervivencia. El coronavirus no nos ha enseñado que la muerte no es más que un paso hacia una vida perdurable. Si es así, la pandemia no habrá servido para nada. Bueno sí, habrá servido para provocar dolor y esclavitud. Espero equivocarme.

Mientras, España oscila entre el síndrome de Estocolmo y el cabreo ante el liberticidio.